XXXV. "Infierno"

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—No puedes estar hablando en serio—respondí a Louis, quien no había dejado de hablar estupideces desde que he llegado a su departamento.

—Abigail, por favor, no estas pensando con claridad. No puedes ir, estarías cavando tu propia tumba.

Esta mañana, al despertar, Harry ya no estaba. Una parte de mi realmente deseaba que al abrir los ojos se encontrará él, mirándome y recibiéndome con una sonrisa como acostumbraba a hacer.

—Si vas, yo iré contigo. De ninguna manera te dejare sola con aquel infeliz.

Luego de caer en la realidad y darme cuenta que efectivamente Harry ya no se encontraba en mi casa, decidí venir hasta acá. Luego de aquel mensaje que he recibido por Dylan, el miedo era lo único en lo que me centraba. No quería preocupar a Jay más de lo que ya estaba, así que, aquí me encuentro. No se cómo es que siempre Louis acababa siendo mi puerto seguro.

—Abigail Wilson. Promete que sí decides ir, no le enfrentarás sola. Prometelo.

Lo observe mejor y en silencio. No respondería sí ni siquiera sabía lo que realmente haría. Por una parte, me aterraba ir y que quizá me tenga tendida una trampa para atraparme, pero por la otra, sabía que si no hacia nada al respecto él vendría por mi. De alguna forma u otra.

Así qué, cómo siempre, yo era la que perdía.

Pero, lo que me aterraba era Harry. Temía por él y que aquel imbécil le haga daño. Sabía perfectamente que Dylan se traía algo entre manos, usaría la amnesia de Harry a su favor. Estaba segura de aquello.

Harry y Dylan fueron amigos desde muy pequeños, siendo este último el que ha metido a Styles en el mundo torbellino y venenoso de las drogas, fiestas y carreras. Dylan siempre fue una mala influencia. Para él y para todos. Y a mi, como no, me había tocado la mala suerte de conocerlo, siendo aquello mi peor desgracia.

Sabía que quizá lo último que debía hacer sería juntarme con él. Pero era mi deber. Dylan tenía que dejar de buscarme de cualquier forma.

—Lo prometo.

–•–•–•–•–•–•–

Diez minutos.

Ese era el tiempo que llevaba observando el viejo portón negro, el cual se encontraba delante de la casa que siempre ha sido de Dylan. Sabía perfectamente que él quería que viniera a este lugar. Cuando él y yo manteníamos una relación –si así se le puede decir– me traía aquí.

Pero, irónicamente, yo nunca puse ni un pie dentro de aquella enorme blanca casa.

Me dirigí a pasos seguros hacia el portón, a abrirlo. Luche un poco por la poca fuerza que me quedaba. Estos meses de embarazo me han hecho más débil y holgazana de lo que ya era.

El lugar se encontraba en completo silencio, como de costumbre. Donde realmente existía el ruido, era por debajo de mi. Así qué, sin perder tiempo, medio corrí hacia un sauce al final del sitio, me agache con cuidado, buscando la entrada. Temple cuando mis ojos se encontraron con un cuadrado de madera. Lleve mi mano derecha hacia el bolsillo de mi abrigo, sacando la llave que abría aquella puerta. La razón por la cual todavía conservaba aquella pieza no la tenía del todo clara, quizá, nunca me atreví a devolvérsela cuando todo acabo mal.

La entrada hizo un estruendoso ruido cuando logre abrirla, mientras que el sauce sacudió. Un par de hojas cayeron mientras lentamente bajaba hacia donde muy pronto, me encontraría con mi infierno.

20:55 pm.

La pequeña casa subterránea, se encontraba exactamente igual a como la recordaba. Millones de recuerdos vinieron a mi mente, tanto buenos como malos. Dylan, aunque odie admitirlo, había sido mi primer amor, al menos, pensaba así cuando lo conocí. Ahora me doy cuenta lo equivocada que siempre estuve. Lo que sentía por él no era más que simple admiración. Admiración a como se enfrentaba al mundo. Seguro; sin miedo. En aquel entonces, Dylan era un hombre completamente distinto. Era dulce, atento, para nada agresivo. Era alguien ejemplar y que siempre admire por la persona que era. Quizá por eso siempre creí que lo amaba. Su forma de tratarme era única. Pero, todo cambio a inicios de secundaria. Dylan comenzaba a hacer nuevas amistades. Se alejaba, ya no me acompañaba en los recesos, no pasaba por mi como acostumbraba para irnos juntos al instituto. Me evitaba siempre que podía. Un día, decidí enfrentarle, lo visite aquí, en este mismo lugar y fue cuando descubrí en lo que se había convertido. Estaba drogado, completamente fuera de si, mi Dylan, con tan solo 15 años y ya se encontraba en aquellas condiciones. Le exigí explicaciones, pero lo único que obtuve de él fue una bofetada. Me fui tan rápido como pude, sin antes gritarle un se acabó. Estaba asustada y muy triste. Pero sin darme por vencida, le espere afuera, y fue en el momento en el que lo vi salir cuando lo seguí, encontrándome frente a frente con las carreras clandestinas. Luego de aquello, no volví a verle. Había dejado de asistir a clases y era más que obvio que nuestra relación había terminado.

My Exboyfriend » hs (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora