CAPÍTULO 44

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Una corriente cargada de rabia circulaba por cada rincón de mi cuerpo hasta depositarse en mi pecho

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Una corriente cargada de rabia circulaba por cada rincón de mi cuerpo hasta depositarse en mi pecho. Ardía. Dolía. Pero eso no me afectaba. Debía salir de aquel recuerdo. No quería verlos, no tenían por qué atormentarme de aquella manera. Si querían darme la noticia de su relacionamiento solo debieron habérmelo dicho, no arrastrarme en sus recuerdos para que lo presenciara en carne propia. ¿Qué pensaban? ¿Qué iba a saltar de alegría, buscaría unas palomitas y me sentaría en primera fila a admirar sus abrazos y besuqueos en 3D?. Que se jodan. Cerré los puños con furia mientras cerraba los ojos hasta tal punto de causarme un leve dolor de cabeza. Intenté concentrarme, encontrar un punto en blanco para poder salir. Iam me había comentado que entrar y salir de los recuerdos de una persona podía ser controlado. No tenía idea de cómo hacerlo, tampoco es como si me hubieran dado un manual de uso. Aun así iba a salir de aquel recuerdo como dé lugar.

Permanecí con mis ojos cerrados mientras fruncía el ceño tratando de concentrarme. En el fondo de la oscuridad brotaron pequeños puntos blancos como estrellas en el espacio. Me sorprendí al darme cuenta del paisaje astral que se formó con solo cerrar los ojos.  Pero había uno en específico que llamó mi atención. Un punto brillaba más que el resto. Seguí aquel punto dentro de mi mente. Era más brillante de lo que había pensado. Estiré mi mano hacía aquel resplandor. No predije que me absorbería hacia su interior cegándome por completo. Después de aquel desconcertante episodio abrí los ojos rogándole a dios que estuviera en la habitación del hotel y no en el recuerdo de Anabett.

Pero como era de esperarse, las constelaciones se alinearon para hacer de mi vida una desgracia. Seguía en el recuerdo de Anabett.

Yo estaba en el mismo lugar, Iam y Anabett estaban enfrente de mí. La única diferencia era que ahora parecía haber una especie de barrera de cristal entre nosotros, separándonos en dos rincones. De un lado Iam y Anabett. Y del otro lado estaba yo y…. ¿Iam?. Abrí mis ojos con sorpresa pues en verdad eso no lo había visto venir.

Iam me tenía sujetada de la cintura de la misma manera en que el otro Iam tenía a Anabett. El cristal nos mantenía separados por lo que deduje que lo que yo estaba viviendo en realidad no había pasado. Mi respiración se aceleró. ¿Qué mierda era esto?  ¿Algún tipo de ilusión? ¿Un deseo? Si es así, no era un deseo mío, pues en estos momentos no deseaba nada más que patearle el trasero a Iam. Gruñí mientras fruncía el ceño observando a Iam con recelo enfrente de mí. En el momento en que iba a cumplir mi deseo todo se hiso borroso al mi alrededor. Supuse que estaba saliendo de aquel perturbador recuerdo.

-¿Ahora comprendes? –Oí la voz de Anabett a mi costado. Levanté mi mirada asesina hacia ella. Tenía una sonrisa encantadora incluso parecía estar emocionada. Las ganas de estrangularla aumentaron.

-¿Qué eres una ramera? Sí, lo entiendo. –Inquirí mientras le devolvía la sonrisa. Su expresión se oscureció opacando todo rastro de su resplandeciente sonrisa.

-¿De qué hablas? –Cuestionó simulando desconcierto pero yo no me la tragué. ¿Hasta qué punto llegaba su cinismo? ¿Acaso pretendía hacer como si nada pasó?

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