-¿Estás enamorado de mi eh Desmond?  –Inquirí pestañeando coquetamente mientras finalizaba de cepillar mi cabello. Él no pareció sorprenderse ante mi ocurrencia. Últimamente ya nada le sorprendía, al parecer ya se iba acostumbrando a convivir con Jay Colbeck. 

-Creería que tú eres la que se está enamorando. –Bromeó pero yo no reaccioné a su broma. Entrecerró sus ojos con desdén  al ver que yo no decía nada–No te atrevas a cometer esa equivocación. –Musitó con un tono neutro mientras salía de la habitación dejándome sola. Sola con miles de sentimientos alborotándose en mi interior. ¿Qué tan malo podría ser enamorarse de él? ¿No es un poco tarde para dar esa advertencia?

Él siempre te lo dijo, incluso sus hermanos te lo dijeron. Lo que pasa es que la cabeza hueca que tienes no quiso entenderlo.

Sacudí mi cabeza con desagrado mientras intentaba calmar la guerra de sentimientos que ocurrían dentro mío. Sabía perfectamente que  las cosas eran complicadas, pero hasta la fecha no había encontrado una situación imposible de solucionar. Solo lo solucionaría a mi manera y ya. Todo se arreglaría, estaba segura de ello, bueno… no tan segura. Y eso me incomodaba bastante.

Caminé hasta mi mesita de luz y busqué mi celular con desgana mientras refunfuñaba por dentro unas cuantas palabrotas en honor a Iam. Cuando por fin logré encontrar el maldito celular marqué el número de Pam y ella contestó al instante.

-Necesito otra dosis de alcohol. –Musité exagerando depresión en mi tono de voz. Se escuchó el sonido de Pam chasqueando la lengua a través del auricular y eso me hizo sonreír. Definitivamente ella tampoco guardaba buenos recuerdos de aquella noche. Yo había salido de mis carriles y ella había pagado las consecuencias. Bueno, Iam también.

-Juré nunca más dejarte cerca de una botella de alcohol en toda mi vida. Y seré fiel a mi promesa. –Aseguró Pam mientras carraspeaba. No pude evitar reír ante su recurrente promesa. Yo tampoco quería volver a acercarme a una bebida alcohólica en toda mi vida, la jaqueca que había conseguido aquella vez había sido totalmente insoportable, pero eso se quedaba chico a lado de la humillación que había pasado delante de Iam, eso nadie lo puede superar.

-Supongo que tendré que conformarme con limonada… -Musité pero Pam me interrumpió.

-El azúcar te enloquece, tampoco es buena idea. –Explicó ella mientras yo fruncía el ceño.

-Eso no es cierto –Reclamé mientras intentaba recordar alguna situación en la que el azúcar me había descabellado.

-En la fiesta de graduación te descontrolaste con jugo de cereza. –Entabló Pam. Y fue allí que recordé aquella noche. Había tomado una cantidad exagerada de refresco de cereza que había sentido que mi vejiga iba a explotar en cualquier momento. Era por eso que me había comportado tan impaciente y acelerada, el azúcar no había tenido su papel ¿o sí? Bueno, tal vez el azúcar me descontrola, solo tal vez.

Tal vez.

-Pasado pisado y aplastado. –Recité mientras buscaba un abrigo en mi armario. –Te espero en la cafetería de siempre. No te tardes, ando  con los sentimientos muertos. –Exageré nuevamente mientras me colocaba mi abrigo. Se escuchó la carcajada de Pam a través del auricular.

-Iré pero tienes la orden de contarme todo acerca de ese chico misterioso que te trae tan mal. –Ordenó ella en tono autoritario. Antes que yo pudiera protestar ella cortó la llamada.

La verdad es que no estaba segura si debía contárselo a Pam, me sentía un poco mal al no contárselo ya que ambas no nos guardábamos secretos pero aun así no estaba segura de sí en verdad quería decirle la verdad.  Tenía cierto miedo de que me etiquetase como paranoica. Aunque vamos, es Pam, ella es la mujer más paranoica del mundo. Ni si aunque quisiese podría superarla. Lo pensé unos cuantos minutos y fue entonces que decidí contárselo a Pam, de todos modos Austin lo sabía y no había reaccionado tan mal al respecto.

DARK SOULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora