Rendición (2ª parte)

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Cuando Gabriel entró al local después de su conversación con Markku, notó como Adrián, Maribel y Adán le miraban. Sin sentirse con ganas de hablar de lo ocurrido, se dirigió al baño y cerró la puerta. Aunque sabía que las preguntas de sus amigos eran bien intencionadas, no le apetecía responderlas. Se mojó la cara con agua fría y respiró profundamente. Llevaba semanas esperando que Markku viniera, y ahora que lo hacía, le alejaba. ¿Había cometido un error? Estaba enfadado, sí, pero conocía a Markku y sabía que desconfiaba de todo el mundo, excepto de su hermano. Por eso no le extrañaba que hubiera creído lo que le dijo, y por eso le había dado tiempo para pensar y que viniera él a buscarle. Pero había tardado mucho y eso solo había aumentado su enfado. Aún así, ahora que todo había pasado se sentía vacío y se arrepentía de haberle hecho caso a su orgullo y no a su corazón. ¿Acaso lo verdaderamente importante no era lo que sentían el uno por el otro? ¿Qué importaba todo lo demás? Quería abrazarle y eso era justo lo que iba a hacer.
Abrió la puerta y se dirigió rápidamente a la salida con la esperanza de encontrar a Markku allí. Se decepcionó cuando no le vio.

<Joder. Soy un imbécil.>

Desilusionado, volvió a entrar y se sentó como si su mundo se hubiera acabado.

Adrián se acercó a él.

—¿Estás bien?

—No mucho.

Adán también se acercó por el otro lado.

—No te ralles, Gaby. Puedes hablar con él en cualquier otro momento. Sabes dónde vive y dónde trabaja. No te costará encontrarle.

—...Sí, tienes razón. Y ahora que Markku sabe que Mat me amenazó, no creo que tenga nada que temer, así que le buscaré esta misma noche. Iré a su casa.

—Bien.

Hubiera preferido marcharse en ese mismo momento pero no podía dejar tirados a Maribel, Pedro y Paquita con todo el trabajo. Tendría que esperar hasta acabar su turno y esperaba que eso no fuera demasiado tarde.

                            *******

Eran más de las diez de la noche cuando Pedro le dijo que se podía ir y Gabriel salió ansioso por llegar cuanto antes a casa de Markku. Tan ansioso, que aceptó el ofrecimiento de Adán de llevarle.
El apartamento de Markku estaba a unos quince o veinte minutos caminando pero, era mejor llegar en cinco, ¿no?
Estacionando el coche frente al edificio donde vivía su ex-jefe, Adán apagó el motor y esperó. Gaby parecía nervioso, quería calmarlo pero no sabía que decirle. Sentía que no era la persona adecuada para darle consejos por lo que aún sentía por él. Quería que Gaby fuera feliz pero se sentía como un idiota por echarle en los brazos de otro. Pero ya sabía que no tenía la más mínima oportunidad así que pensaba que, ya que tenía que verle con otro, que ese otro fuera aquél del que Gaby estaba realmente enamorado.

—¿Estás nervioso?

—Mucho. No sé que le voy a decir.

—Habla desde el corazón. A ti se te da bien hacerlo.

Gabriel sonrió.

—Sí, es lo que haré. Gracias por traerme.

—De nada.

Gabriel bajó del coche y cerró la puerta, mientras, Adán se quedó mirando como se adentraba en el portal. Su teléfono sonó en ese instante y contestó la llamada sin prestar atención a la pantalla.

—¿Sí?... Hola, Jorge.

La conversación con uno de sus amantes intermitentes duró el tiempo que tardó Gabriel en salir. Adán le colgó a Jorge casi sin despedirse al ver al castaño acercarse, extrañado por lo poco que había tardado en bajar.

Línea recta (Homoerótica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora