Capítulo 35: Tiempo

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Bueno, igual que en los últimos capítulos, siento mucho haber tardado tanto en publicar. Espero que os guste personitas maravillosas. Un saludo. 👋👋👋

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Acostumbrarse al calor del cuerpo de la persona amada es tan fácil como difícil habituarse al frío de haberlo perdido. Tanto, que ni el paso del tiempo nos ayuda a hacerlo menos duro.

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Mientras Gabriel servía a Adán su bebida, pensaba si lo que acababa de pasar esa mañana influenciaría en la decisión de Markku de buscarle. Deseaba que sí, que hoy fuera el día en que apareciera diciéndole lo mucho que le había echado de menos.
Maribel se quedó apartada, observando a Adán en la distancia. El moreno sentía esa mirada clavada en él, una mirada llena de odio que, en ese momento, no le importaba. Lo único que le importaba era el haber recuperado a Gabriel aunque su relación fuera sólo amistosa. No podía evitar sonreír mientras le observaba dirigirse hacia él con su bebida.

—No tardes mucho en tomarla, es tarde y me gustaría irme a casa cuanto antes.

—Vale  —mirando el vaso, Adán empezó a darle vueltas.

—¿Qué pasa? ¿El ron-cola ya no te gusta?

—Sí, me gusta. Pero acabo de recordar que no puedo tomar alcohol.

—¿Y eso por qué?

—Medicación contra las pesadillas recurrentes.

Gabriel miró al moreno con los ojos entrecerrados pensando en lo que acababa de oír.

—<Claro, la medicación para dormir>  —recordó—.  Bueno, pues déjala, yo me la tomo, te sirvo un refresco de...

—¿Naranja?  —terminó Adán.

—Ok, enseguida lo traigo — al darse la vuelta para dirigirse al frigorífico se topó con su amiga—.  Joder rubia, me has asustado. ¿Qué hacías tan cerca?

—¿De verdad le has perdonado?  —dijo la rubia lanzando una mirada de desprecio a Adán.

—Resulta que no había nada que perdonar. Él no dijo nada.

Maribel bufó.

—¿Y tú le has creído? A veces eres tonto.

Gabriel la miró de manera severa por el insulto.

—No voy a discutir contigo sobre Adán. Es más de media noche y estoy cansado.

—Claro, claro. No tienes por qué preocuparte por él hasta que te vuelva a apuñalar por la espalda.

—...Mira, yo-

—Disculpa.

Maribel se giró para encarar a quién le había interrumpido.

—¿Qué?

—...¿Podrías darme la cuenta, por favor?

Gabriel miró la aniñada  -y ligeramente sonrojada-  cara de Adrián.

—Sí, claro  —sonrió—.  Ve a tu mesa, enseguida te la llevo.

—Gracias.

Cuando Adrián se alejó lo suficiente, Gabriel confrontó a su amiga.

Línea recta (Homoerótica)Where stories live. Discover now