Son sus problemas, no nuestros - III

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Gustavo se lamentó que Michelle viviese en una zona diferente y tan alejada de su casa. Llegar a casa de la chica fue una travesía. El autobús que lo dejaba cerca no trabajaba ese día por ser domingo, un taxi saldría carísimo, solo quedaba una forma: por metro. Y odiaba ese medio.

Miró al cielo y se armó de valor. Lo hacía por la chica que le gustaba. Después del duro trabajo que fue llegar Gustavo llegó a la zona norte, donde vivía la chica. Y a medida que avanzaba se preguntaba por qué Michelle estudiaba en una escuela tan cutre como la suya. El vecindario por el que caminaba estaba lleno de casas estilizadas, grandes y con enormes jardines. Cuando llegó a la casa de Michelle se sintió desmayar, era enorme. Tocó el timbre con temor y esperó a que alguien abriese.

Un niño pequeño parecido a Michelle le abrió. Lo inspeccionó de arriba abajo y con cara de aburrimiento habló:

―¿Sí? ¿Qué desea?

―¿Está Michelle?

―Sí.

―¿Puedo verla?

―¿Por qué?

―Es importante.

―¿Por qué?

―¿Por qué necesito hablar con ellas?

―¿de qué?

―De un asunto ―contesto esta vez Gustavo perdiendo poco a poco la paciencia.

―¿Cuál?

―Uno, que no te incumbe.

―Mmm, no quiero que veas a mi prima ―dijo el niño cerrándole la puerta en la cara.

Gustavo boqueó por unos segundos.

―¿Necesitas ayuda? ―escuchó a su espalda.

El chico volteó y esta vez encontró a Michelle hombre y mayor con un perrito en brazos.

―Sí, busco a mi amiga Michelle, estudio con ella. Pero un niñato me ha cerrado la puerta en la cara.

―Michael ―susurró por lo bajo el joven―. Disculpalo, es celoso con Michelle. La quiere mucho. Ven, vamos por atrás.

Gustavo asintió y siguió al joven. Entraron al jardín trasero y el desconocido dejó el pequeño perro en el suelo. Invitó a pasar a Gustavo y lo guio por el interior de la casa. Subieron las escaleras y caminaron por un largo pasillo. Gustavo miraba curioso las paredes llena de fotos, medallas y algunos trofeos. En muchas aparecía Michelle practicando deportes que jamás pensó que la chica practicase. El chico se detuvo frente a una puerta blanca y tocó con suavidad.

―Rara, te buscan

Michelle abrió la puerta con el ceño fruncido y al ver a Gustavo se sonrojó de golpe.

―¿Qué... qué haces aquí?

―Vine a hablar contigo.

Michelle asintió y miró a su hermano.

―Te dejo, tengo trabajo.

―Vamos a la sala ―dijo la chica cerrando la puerta de su habitación.

―¿Por qué no hablamos en tu cuarto? ―preguntó más por curiosidad que por otra cosa.

―A mi padre no le gusta que chicos que él no conozca ni apruebe pasen a mi habitación. Hasta ahora solo Alexander tiene permitido entrar.

Gustavo asintió silencioso.

―No sabía que practicabas tantos deportes ―dijo poco después.

―Sí, me gusta. Es divertido ganar.

Llegaron a una pequeña sala y Michelle lo invitó a sentarse.

―¿Deseas tomar algo.

―No, es rápido lo que quiero hablar contigo.

―Entiendo ―dijo Michelle sin mirar a Gustavo a la cara.

―Iré al grano ¿te gusto?

Michelle miró sorprendida a Gustavo.

―¿Qué?

―Si te gusto. No quiero confesarte mis sentimientos sin estar seguro.

―No puedo creerlo ―dijo Michelle sin perder la expresión de estupefacción.

―¿Te gusto? ―insistio.

―Si ―dijo bajito la chica.

―¡Genial! ¡A mí también! ―exclamó entusiasmado Gustavo―. ¿crees que podemos salir a partir de ahora?

Michelle asintió tímidamente. Gustavo se acercó a ella y la abrazó. Sin poder contener la emoción la alzo del suelo y giró con ella en brazos.

―¡Le diré a tío que te rescate! ―gritó el mismo niño que le había abierto la puerta a Gustavo.

La pareja se detuvo y Michelle se apresuró a detener a su primo.

―¿Por qué vas a hacer eso? Él no es malo.

El niño hizo un puchero y miró dolido a su prima.

―Pero te estaba tocando. Tú eres mía.

―No, no lo es. Es mi novia. ―dijo de forma infantil Gustavo llegando frente al niño.

Michelle se sonrojó y sonrió tímidamente.

El pequeño evaluó a su prima y luego a Gustavo quien lo miraba ceñudo. El niño pisó varias veces el suelo berrinchudo, se cruzó de brazos dramáticamente, hizo puchero pero a la final suspiró resignado, le tendió la mano a Gustavo y dijo:

―Te aceptare solo porque se ve linda cuando está contigo.

Gustavo estrechó la mano del niño y se sorprendió la gran diferencia que había entre ambos en cuanto a tamaño. Confundido y vio como este se marchaba y le hacia las señas de que lo tenía en la mira.

―¿Qué acaba de pasar?

―Dejalo, es mi primo. Él vive con nosotros, sus padre murieron cuando era un bebé. Siempre lo he cuidado y bueno, se ha aferrado a mí.

―¿Estas a cargo de él?

―Podría decirse.

―Michelle...

―Gustavo, si voy a estar contigo no quiero que los problemas de Rodrigo y Alexander nos afecten. Considero a Alexander mi mejor amigo, siempre lo apoyare.

―Yo pienso lo mismo es solo que...

―Nada, Gustavo. Tú y yo solo somos dos personas que quieren que sus amigos sean felices. Por lo tanto debemos dejar que aprendan a levantarse solos. Nosotros estaremos ahí siempre. Yo regañare a Alexander cuando esté equivocado y tú harás lo mismo con Rodrigo. Estaremos ahí si terminan, si están juntos, decidan lo que decidan. Pero solo eso, si queremos estar juntos no podemos involucrarnos en sus asuntos como si fueran nuestros.

―Entiendo, son sus problemas, no nuestros ―sonrió condescendiente el chico―. ¿Cuándo te volviste tan genial?

―Cuando no mirabas ―dijo la chica con una sonrisa y un tierno sonrojo.

N/A: ¿Cómo andan? Espero les haya gustado. Al fin estos geniales amigos están juntos. Ahora que (al fin) han descubierto que ambos sienten los mismo. Y no solo eso, ya vieron que es lo que más genera conflicto entre ellos, problemas que no son suyos e.e

Buenos gracias por leer este pedacito de mi corazón. Gracias a todos.

Sin más que decir, se despide MidoriUP 

Diario de un SuicidaWhere stories live. Discover now