Séptima página

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Noche del sábado.

Alexander estaba en su mesa de estudio realizando un informe sobre el clasismo para la próxima clase de literatura.

Estaba solo en casa. Thomas estaba en casa de unos amigos estudiando para su próximo final. James estaba en una fiesta. Alison estaba en la casa de Emmanuel. Salome y Andres habían salido a cenar.

Hacía calor y Alexander estaba sin camisa. Su antebrazo izquierdo tenía muchos cortes, unos más nuevos que otros. Tenía su teléfono móvil a un lado en caso de que sus padres o sus hermanos escribiesen o llamasen.

Estaba entretenido en su trabajo cuando el móvil sonó.

Número desconocido: Hola, soy Michelle. Espero no te moleste que le haya pedido a tu hermana tu número. Te escribía para saber... preguntarte si querías venir a mi casa a hacer el trabajo de literatura.

Alexander miraba sorprendido su teléfono. Hacía mucho que alguien aparte de su familia no le escribía un mensaje. Respondió enseguida.

Alexander: Hola. No me molesta. No puedo. Mis padres no están en casa.

De inmediato recibió una respuesta.

Michelle: Por fiiiiiisssss :ccccc

Alexander: No me gusta salir sin permiso y a mis padres no les gusta que notifiquemos por mensajes.

Michelle: MMmmmm. Eres raro D:

Alexander: ¿Sí? Lo siento

Michelle: No te disculpes, eso te hace lindo J

Alexander: Gracias... creo.

Michelle: Bueno, te envió mañana. Debo terminar esto hoy, si quiero vaguear mañana.

Alexander: Ok.

Michelle: Eres un seco L

Alexander: Lo siento.

Alexander no recibió más respuestas. "Te hace lindo" le había dicho Michelle. Alexander se levantó y se acercó al espejo de su armario. No se consideraba lindo. No se sentía lindo. Se sentía feo, usado y sucio. Se sentía roto y vacío. Tenía ojeras que resaltaban mucho debido a su palidez. Era delgado, sin mucho musculo. Su cabello era negro y opaco. Sus ojos no tenían brillo. Era tímido y nervioso. No era sociable. Era débil. Cuando hablaba con alguien y remarcaban algún error comenzaba a divagar. Era un desastre andante.

Regresó a su mesa de estudio y esta vez tomó su diario y escribió:

"Debe de ser hermoso no sentir vergüenza de tu cuerpo".

Alexander pensó en sus padres y en lo mucho que se habían esforzado para educarlo a él y a sus hermanos. Volvió a escribir en el diario.

"Mis padres me han educado por años pero nunca me han enseñado a amarme a mí mismo, ni por qué es tan importante".

Un simple comentario lo había afectado. Alexander había perdido su autoestima. Samuel había conseguido que Alexander se sintiese miserable a cada segundo. Alexander sin ser consciente de que gruesas lágrimas caían por sus mejillas escribió nuevamente en la séptima página.

"Me duele ser lo que soy".

Escuchó la puerta de la entrada. Alexander limpió sus lágrimas rápidamente. Se levantó de su asiento, se dirigió hacia su armario y sacó un suéter. Se colocó la prenda y bajó a recibir a quien sea que fuese llegado. Descubrió a su hermana, literalmente, comiéndose a su novio. Miró incomodo la escena.

―Tienes suerte que sea yo quien los pille ―dijo Alexander para hacerse notar.

―¡Primor! ―exclamó Alison avergonzada.

―¡Hey! Cuñadito ―saludó Emmanuel.

Alexander miró el reloj que descansaba sobre la mesa del televisor y vio que eran las ocho de la noche, miró a su hermanan y preguntó―. ¿Sucedió algo? Llegaron más temprano de lo usual.

Alison intercambió una mirada cómplice con su novio y luego miró a su hermano.

―Mamá me mandó un mensaje mientras estaba en casa de Emmanuel y bueno nos envió a cuidarte ―dijo encogiéndose de hombros.

Alexander miró a su hermana y a Emmanuel.

―Está bien, si necesitan algo solo toque mi puerta ―Alexander salió de la cocina pero decidió regresar―. Usen protección.

Alison chilló avergonzada y Emmanuel tenía el rostro de un rojo fuego. Alexander, no era tan idiota.

N/A: Lo prometido es deuda. Al rato subo la conti.



Diario de un SuicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora