Decima página

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Otro di de escuela. Otro día monótono. Alexander estaba en clases de matemáticas, disfrutaba esa clase se le daba fácil. El de tez clara miró a su alrededor y notó que Sebastián lo miraba desde su asiento al otro lado del salón. Sebastián le sacó la lengua y comenzó a hacele morisquetas a Alexander.

Alexander desvió la mirada. La campana que anunciaba el receso sonó. El chico recogía sus cosas cuando Sebastián se acercó a él con Estefan y miguel.

―¡Ey! mariquita, el estúpido profesor de matemáticas dijo que tengo que hacer un trabajo extra para mejorar mis notas y como tú eres tan bueno lo harás por mí ―dijo con una sonrisa prepotente Sebastián.

Alexander miró a Sebastián y dijo: ―. No puedo hacerlo, no sería correcto.

Sebastián se acercó peligrosamente a Alexander―. No te pregunte si era correcto o no. La harás y punto.

Alexander negó―. No lo hare, no es mi trabajo.

―Mira maricón... ―dijo Sebastián enojado, tomó a Alexander cuello y alzó el puño.

―Más te vale que lo sueltes ―dijo Rodrigo.

Sebastián giró el rostro y se encontró con Rodrigo, Gustavo y Michelle quienes lo miraban amenazantes.

―¿Y tú quien coño te crees para decirme qué hacer? ―dijo con sorna Sebastián.

―Yo soy su... ―Rodrigo se interrumpió y chasqueó la lengua―. Soy su amigo.

Sebastián se relajó un poco, miró a Alexander y lo soltó. Sebastián se disponía a irse seguido de Estefan y miguel cuando Alexander habló.

―No te hare el trabajo pero puedo ayudarte. Eso sí sería correcto.

Alexander se encogió en sí mismo cuando recibió las miradas de regaño de Gustavo, Rodrigo y Michelle. Pero se sintió un poquito mejor cuando Sebastián lo miró sorprendido y agradecido.

―¿Puedes ayudarnos a nosotros también? ―Se apresuró a preguntar miguel señalándose a sí mismo y a Estefan.

Alexander asintió.

―Muy bien, al finalizar las clases cuadramos mejor ―Alexander asintió a las palabras de Sebastián.

―¿Estás seguro de que es buena idea? ―preguntó Michelle cuando Sebastián y sus amigos salieron del salón.

Alexander no dijo nada porque la mirada de reproche de Rodrigo lo ponía mal. El más bajo tomó la mano de Michelle y la llevó a rastras fuera del salón. Llegaron a la azotea y escribió en la décima página de su diario.

"Tengo que aprender a alejarme de lo que me hace daño. Pero, no puedo evitarlo, soy de las personas que si me necesitan estaré ahí aunque me necesites como saco de boxeo. Estaré ahí aunque termine destruido, estaré ahí para hacer a alguien feliz a costa de mi felicidad. Soy así, y eso me hace débil y destructible". 

N/A: esto es todo por hoy. gracias por sus comentarios. 

Diario de un SuicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora