No estás solo

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Sebastián estaba sentado en el asiento de copiloto del auto de su hermana Carol. Estaba nervioso por un lado estaba Alexander y por el otro estaba Anthony.

"Maldito chaparro ruso" pensó el chico. Desde que Anthony lo había acorralado de aquella manera en la tarde se sentía nervioso al pensar en él. Ya sea por el miedo que le causaban sus palabras (con una explicita amenaza) o la sensación que le recorrió todo el cuerpo cuando el pelirrojo lamió su labio inferior. Con solo recordarlo Sebastián se estremecía. Quería hablar con Alexander en caso de que no supiese que su primo era peligroso además necesitaba desahogarse con alguien, su secreto puyaba por salir y miguel y Estefan no eran una opción ellos estaban súper ocupados con su entrenamiento y desde que Sebastián había tenido que dejar el equipo las cosas no fueron las mismas entre ellos.

Sebastián vio a Alexander y a Anthony salir de la casa se bajó del auto y se regocijó por la expresión de asombro de Anthony.

―No me dijiste que haríamos con el idiota este ―dijo Anthony a su primo.

―Pero ya accediste y un Záitsev no retrocede a su palabra ―dijo sin expresión Alexander.

―Sabes que a mí no engañas con tu cara de póker. Sé que te estas cagando de la risa en tu mente ―dijo de mal humor Anthony pasando de largo a Sebastián sin saludarlo para montarse en la parte trasera del auto.

―Disculpalo, más temprano que tarde se le toma cariño ―dijo Alexander a Sebastián.

―Está bien, recuerda que debemos hablar ―dijo Anthony con una sonrisa.

Cuando se subieron al auto Carol miraba insistente a su hermano.

―Eres un mal educado, soy Carol, la hermana mayor de este idiota ―dijo la castaña mirando a Alexander y a Anthony por el retrovisor.

―Yo soy Alexander y él es mi primo Anthony ―dijo con una tenue sonrisa Alexander.

Anthony sonrió a la chica pero miró insistentemente el reflejo de Sebastián en la ventana del auto.

Sebastián iba metido en sus pensamientos, no quería estar cerca de Anthony le preocupaban sus palabras. Y no solo eso, Sebastián no podía negar que el ruso era fuerte. Y ese cabello de princesa que tenía lo hacia parecer una chica, bueno, Sebastián admitía que el cabello de Anthony no lo hacía ver como una chica pero no entendía por qué tenía que ser tan largo. Al menos no le quedaba mal.

Llegaron al centro de la ciudad y Carol entró a un estacionamiento subterráneo.

―Llegamos, adelanta con tus amigos, Sebas ―dijo Carol con una sonrisa.

Sebastián asintió y con el par de primos se dirigieron al ascensor, entraron y Sebastián presiono el número quince.

―¿Tus padres están en casa? ―preguntó Anthony recogiendo su cabello en una coleta.

Sebastián se tensó y negó.

―¿Por qué tienes el cabello como una Barbie? ―preguntó con burla Sebastián. Anthony gruñó.

―No es tu problema, moya printsessa deja de reírte ―dijo de brazos cruzados el pelirrojo al notar que Alexander reía sutilmente.

Llegaron al piso quince, caminaron por el pasillo hasta que se detuvieron en el departamento número treinta y cinco.

El departamento se veía grande y espacioso. Sebastián los guio por el interior y Alexander y Anthony curiosearon. Primero los recibía un pasillo donde había percheros y algunos estantes para zapatos. Cuando terminaban el pasillo llegaban a una sala grande a la derecha había una cocina y se veía el comedor desde la sala. A la izquierda había otro pasillo. Sebastián guiaba a sus invitados al pasillo de la izquierda cuando un hombre salió de una de las habitaciones.

Diario de un SuicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora