Pensando mejor las cosas

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Rodrigo miró el teléfono con odio cuando Alexander colgó la llamada y sin poder contenerse lo aventó contra la pared.

―¡Mierda! Si seré idiota ―gritó al ver su teléfono hecho trizas en el suelo―. ¡Eileen! ―llamó el chico.

―¿Qué sucede? ―preguntó la hermana cuando llegó al cuarto de su hermano.

―¿Está mamá? ―preguntó.

―No. Recuerda que dijo que saldría con unas amigas y que estabas a cargo de la casa.

―¿Cuándo dijo eso¿ ―preguntó confundido el chico.

―Si serás tonto, lo dijo ayer.

Rodrigo asintió, dejó a su hermana en su habitación y bajó a la sala. Se acercó al teléfono fijo de la casa y marcó el número de Gustavo.

―¿Qué sucede? ―preguntó Gustavo al otro lado de la línea.

―Necesito el número de Michelle ―pidió con urgencia el chico de ojos verdes.

―¿Para qué?

―¡Solo pasámelo, mierda! ―gritó el chico.

―Ok, pero calmate. Te lo pasare a tu teléfono.

―¡No! Acabo de estrellarlo contra la pared. Envialo al teléfono de Eileen.

―¿Quiero saber?

―En este momento puedo matar y comer del muerto. Dejate de bromas.

Rodrigo finalizó la llamada y regresó nuevamente a su cuarto.

―Necesito tu teléfono ―pidió el chico a su hermana.

Eileen lo miró e iba a negarse pero notó el desespero en la mirada de su hermano y decidió ceder. Con reticencia entregó el móvil.

Rodrigo al recibir el mensaje de Gustavo con el número de la castaña inmediatamente llamó.

―¡¿Halo?! ―contestó Michelle alegremente.

―¿Sabes dónde está Alexander? ―preguntó.

―¿Rodrigo?

―Si soy yo. ¿¡Sabes donde está o no?!

―¡No sé dónde está! No me pegues.

Rodrigo no esperó nada más simplemente colgó. Le entregó el teléfono a su hermana y con una decisión en mente se acercó a su armario para buscar su chaqueta.

―¿A dónde crees que vas? ―preguntó Eileen tomando a su hermano de la manga.

―A casa de Alexander.

―¿Y yo? ―preguntó la niña con una ceja alzada.

Rodrigo chasqueó la lengua.

―Busca una chaqueta, ¡para ayer!

La niña asintió y con pasos rápidos salió de la habitación del chico.

―¡Lista! ―se escuchó el grito de la niña proveniente del pasillo.

Rodrigo salió de su cuarto y tomando de la mano a su hermanita salió de la casa. Con pasos rápidos Rodrigo caminó, llevando a rastras a la pequeña, hasta la casa de Alexander. Por suerte el chico no vivía tan lejos, eran del mismo vecindario. Después de unos minutos de caminata Rodrigo llegó a la casa de Alexander y casi con desesperación tocó la puerta. Salome abrió la puerta a los pocos segundos y antes de poder decir algo su la sonrisa con la que iba a recibir a su invitado desapareció al ver a Rodrigo con una expresión de completa preocupación.

Diario de un SuicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora