Capítulo 44

30 7 0
                                    

Amanda, Amanda, Amanda ¿ por qué me causas tantos problemas? ¿ o soy yo la que te pone en peligro? Ya no lo sé.
Mi mente me zumba como un enjambre de abejas y siento que me hacen una broma pesada.
Sí, una broma. Para el dios debe de ser eso.
Fui elegida para ser su diversión. Mis lágrimas le harían dar carcajadas.
Por eso no le voy a dar el gusto de llorar.
Tengo que hacer algo. Y rápido. ¿ pero qué? Entrenarme y aplastarle la cabeza divina al dios.
- Samantha, tienes que venir con nosotros. Pon en una mochila comida, ropas y todo lo que necesites para un viaje muy largo.
Samantha ni siquiera me mira. Mira a Tíbet.
-¿¡ qué le has hecho a mi hija?!
- Samantha, solo has lo que ella dijo. Te explicamos lo que pasa en el auto.
Se veía más nervioso de lo que alguien lo estaría si una madre preocupada le preguntara eso. Todo es raro entre esos dos. Entre esos tres la verdad: Samantha, Tíbet y Laelia.
Respiró hondo y entró en su casa sin ni siquiera invitarnos a entrar. Me lo esperaba.
Por el frío nos metimos en el auto y al cabo de media hora sale Samantha con una mochila y una maleta llena de comida.
Se mete al auto.
- explicaciones.
Le contamos todo lo que somos y nuestra religión y no se veía sorprendida. Ya debía de pensar que estábamos locos.
- no nos crees.
- ¿ quién dijo que no les creo? Al Monte Escarlata, quiero a mi hija de vuelta.
- Montaña Escarlata- la corrige Octavio.
- lo que sea.
Al fin se mostraba la verdadera Samantha Shine. Tan fría como la nieve y tan misteriosa como un iceberg. Esconde sus 3/4.
Mi padre comenzó a conducir y salimos del pueblo en poco tiempo. Ya me aburría. Pongan música. Me mato.
-papá, ¿puedes poner música?
- ¿en serio quieres poner música en cuanto tienes que estar atenta con lo que ocurre afuera? Eres una irresponsable Siberia.
¿ qué?
¿ disculpe?
Que se ponga en su lugar esa presumida.
- escucha, yo me aburro y no soy muy fanática de estar mirando el paisaje estéril. Si hubiera un monstruo me daría cuenta, no son tan silenciosos que digamos.
- quieres matarnos a todos.
- no, a todos no. Pero matarte a ti..... ya comienzo a quererlo.
- ¡ dejen de pelearse! Parecen dos adolescentes.- gracias Tíbet.
Samantha se calla y mi hermano se muere de la risa.
- ¡ cállate!- decimos yo y Amargada al mismo tiempo.
Sí. Amargada suena bien.

SiberiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora