Capítulo 32

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Me paro con dificultad y me doy cuenta de que lo que ocurrió fue una explosión . Tengo que salir de aquí.
Abro la puerta de la sala del profesor y veo que mi padre está cargando a mi madre, quién está desmayada y en el suelo el maestro está muerto. Su cabeza está rodeada por sangre y hay trozos de vidrio cerca a él.
Que asco.
- ¡ papá, tenemos que salir!
- Siberia, ¡ no hables! Eso te gasta aire y pronto solo podrás respirar humo.
Tenía razón.
Por suerte la salida estaba cerca.
Solo tuvimos que atravesar un pasillo.
Yo lo hice arrastrándome ya que al hacer eso respiraba menos humo, pero mi padre estaba cargando a Laelia, así que no se pudo agachar.
Llegamos y salimos de allí.
Mi corazón latía a mil por hora y la adrenalina corría por mis venas.
Tíbet dejó a mi madre en el suelo y le pregunté:
-¿ qué le pasó?
- se cayó y se golpeó la cabeza por la fuerza de la explosión.
Pude pensar mejor y respirar aire puro, ahora estamos a salvo....
¡ Amanda!
No ha salido.
Comencé a correr en dirección al colegio pero mi padre me detuvo.
-¿ qué haces?- está alterado.
- voy a rescatar a Amanda.
- ¡ no!, te quedarás aquí. No vas a morir. Acepta que a estas alturas tu amiga....
-¡ suéltame! ¡ voy a ir aunque eso me cueste la vida!
-¡ Siberia, no te atrevas a desafiarme!
Con mi mano libre me solté y empujé a mi padre.
- soy más fuerte de lo que te imaginas Tíbet. Ya soy una adulta.
Corrí como alma que lleva el diablo hacia el fuego y al cabo de un rato me encontraba cerca al baño.
Los pulmones me quemaban y sentía todo mi cuerpo arder. Pero eso no era dolor. Se parecía más al placer.
Vi a Amanda unos metros más allá. Estaba tendida en el suelo y cuando me dispuse a correr hacia ella vi una figura acercarse. Una mujer se agachó a su costado.
Se parecía a Amelia pero no era ella: tenía sus mismos cabellos rojos y sus ojos brillaban como el fuego que nos rodeaba pero su vestimenta era negra y sus movimientos mucho más ágiles.
Le ponía la mano en la frente a mi amiga,
-¡ aléjate de ella!- mi voz sonaba violeta y desafiadora.
- ¡ Siberia! ¿ así saludas a tus familiares? ¿ es que Tíbet no te dio educación?- su voz resonaba en la habitación y las llamas parecían crecer con cada palabra suya.
-¡ tú no eres nada mío! Aléjate .....
De pronto ya no nos encontrábamos en el colegio, si no en un bosque que igualmente ardía.
La mujer se alejó de Amanda y se fue acercando a mí.
- Diciembre, así me llamo: Diciembre

SiberiaWhere stories live. Discover now