Capítulo 19

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En cuanto me admiraba en el espejo y pensaba en mi conversación con la extraña mujer alguien abrió la puerta
- Siberia, ya está.....- Octavio se me quedó mirando con los ojos como platos
-¡ no puedes entrar sin tocar!, ¿ y si no tuviera el vestido?
Me continuó mirando, ahora con algo que pensé que era miedo
No haciendo caso a mi pregunta dijo:
-¿ dónde está mi hermana?
- justo frente a ti
- estás más que hermosa..... Eres espectacular.
El rubor vino a mis mejillas, aunque estaba acostumbrada a recibir halagos como ese por su parte.
- gracias- dije con una sonrisa-¿ qué viniste a decirme?
Él salió de su estupefacción y me dijo:
- ya está la cena
Bajamos juntos y casi me caigo con los tremendos tacones que me había comprado Amanda.
Abajo mi madre me miraba con admiración, Amanda con orgullo y.....mi padre se atoró, pero tomó agua y se puso bien.
Me senté frente a Amanda y al costado de mi madre, quién seguía mirándome raro.
- estás muy hermosa- dijo Samantha y así me percaté de su presencia. Ella lucía un vestido de un gris vivo y plateado, pegado al cuerpo y corto, además de un escote y un collar con un símbolo extraño.
-¿ cómo les fue con las compras chicas?- preguntó mi madre al fin
- bien- dije y Amanda comenzó a contar toda la anécdota en cuanto Octavio( que se encontraba a su costado) la rodeaba con un brazo y resplandecía con una sonrisa. Se había enamorado de esa chica tan loca y descontrolada de mi amiga Amanda.
Cuando terminó de contar y los adultos nos terminaron de decir que la ruta de Amanda era peligrosa e irresponsable ( como si no lo supiera), Samantha dijo:
- bueno, ya se enfría la comida
Comenzamos a comer y no puedo negar que no era mala cocinera.
- Samantha,¿ estuviste con alguien más después de la muerte del padre de Amanda?- pregunté curiosa
- Siberia, no seas impertinente- me reprochó mi padre
- no hay problema- dijo la tan enigmática mujer con una pequeña sonrisa - él era único y no creo que pudiera enamorarme otra vez, además nunca dejaría de pensar en él y eso no sería justo para mi novio.
- sí,¿ cómo se llamaba?
- Jonathan, lo conocí en el trabajo.- después de decir eso vi un destello de tristeza en sus fríos ojos y decidí ya no tocar el tema.
Comimos en silencio hasta que habló Amanda:
-¿ cómo va a ser lo de mañana, ya tienen la puerta arreglada?
- sí, vino un cerrajero de otra ciudad y la arregló. El problema eran el sistema de seguridad, que se ha demorado en instalarse.- respondió mi papá
- nos vamos a la mañana.
Siguieron conversando pero no presté atención ya que no paraba de pensar en Amelia; esa extraña mujer que decía ser como una madre para mí y que estoy segura, su sonrisa me atormentaría en sueños.

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