cuarenta y seis.

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Amaneció gris; las nubes pesadas que estaban en el cielo anunciaban una gran tormenta. Las aves que volaban para encontrar refugio reforzaban aquella teoría, pero las aves negras que se posaron en su ventana le tarareaban el mal por venir. Pero Jimin no estaba consciente de ello, estaba perdido en su propio mundo, nervioso por la carta que le había enviado a su esposo.

Necesitaba acallar las habladurías que se cernían sobre su nombre; quería tener paz, aunque fuera momentánea y falsa. Le había rogado a Jungkook en la carta y le dijo que solo sería una vez, donde vendría a aparentar que todo estaba bien entre ellos, luego Jimin vería qué haría. Si se escondía en algún lugar o si se iba de la ciudad; después de todo, no había mucho para él aquí.

La idea de contarle todo a su padre era tentadora, pero se desvanecía en el querer, porque no estaba bien; le haría daño al único alfa que lo había querido incondicionalmente. Por su padre podría huir lejos y así hacerle creer que vivía una vida de ensueño con su esposo.

Por su padre haría lo que fuera, y su padre también. Al principio, él no pudo hacer mucho por Jimin debido a su condición económica. Hubiera querido que el cortejo entre Jimin y Jungkook durara más tiempo para que su hijo se asegurara de lo que quería. Hubiera querido no deberle nada a su yerno, pero las cosas se presentaron de forma distinta y ya no podía cambiarlas. Pero sí podría intervenir en el presente y futuro. Aunque su hijo le repitiera una y otra vez que las cosas entre ellos iban bien, sabía que era mentira; cualquiera lo sabría al ver el rostro deprimido de Jimin, quien se esforzaba por mantener una sonrisa carente de emoción.

Sea lo que fuera, Taeyang esperaba que todo pudiera solucionarse. Quería que su hijo fuera feliz, más ahora que tenía una vida dentro suyo que necesitaba de sus dos papás. Por la necesidad de que su hijo fuera feliz, se levantó a primera hora del día, se alistó y con una mentira de "iré a la hacienda para ver cómo van las cosechas de remolacha", ordenó que lo llevaran a la hacienda de su yerno. El viaje era largo, por lo que arribó en la noche, a las siete de la noche, cuando el campo era oscuro como el cielo nocturno, le dio una visita sorpresa a su yerno.

Creía que las cosas irían tan bien que incluso podría ir a Busan con Jungkook, así le daría una sorpresa a Jimin. Lamentablemente, nadie lo preparó para lo que vería.

Hasta cierto punto, se había creído las mentiras de Jimin. Sabía que el trabajo en la hacienda era pesado y que ocupaba la mayor parte del tiempo. Tal vez Jungkook podría estar agobiado por el trabajo. Pero no era así. No ahora que Taeyang lo veía sosteniendo de la cintura a una mujer, le sonreía descaradamente mientras su mano reposaba en su cintura y la mujer correspondía a esa sonrisa sonrojándose mientras le hablaba muy de cerca.

Todo tenía sentido en su cabeza. Su hijo había estado solo y deprimido en su casa porque el bastardo con el que se casó le había engañado y abandonado. La rabia se acumuló en su estómago y la indignación hizo que reclamara por su amado hijo.

"¡Así que era por esto!" Llamó la atención de su yerno, quien ante su presencia se dio la vuelta y quitó sus manos de Minhee. "¡Es por esto que mi hijo está en mi casa llorándote todos los días!" Se acercó a él señalándole con el dedo, acusándole de la miseria de Jimin.

Miseria que, según Jungkook, él se había buscado.

"Señor, por favor, cálmese", trató de apaciguar las cosas, quería hablar civilizadamente.

No podría.

"¡Nada! ¡Mi hijo vino a mi casa sin explicación alguna y ha pasado el primer mes de su embarazo solo porque tú te estabas divirtiendo con esta mujerzuela!" Le apuntó con el dedo, mirándole de pies a cabeza con desprecio, como si él fuera el culpable de todo.

Llorando se fue ; km omegaverseWhere stories live. Discover now