dieciséis.

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Otro día comenzaba. El sol era radiante, los pájaros cantaban y el ambiente era cálido, Jimin pensaba que despertar de aquella forma sería una rutina no tan agobiante, en sus momentos de soledad en donde ya no quería sentirse un prisionero pintaba lo mejor que pudiese su situación actual, así no terminaría perdiendo la cabeza.

A pesar del vacío en su pecho y aquel sentimiento de perdida, mantenía un poco de luz en su ser tan muerto.

El día anterior había comido sus tres comidas por lo que se sentía con energía y fuerzas, se cambió y tomo un paraguas para así cubrir su fina piel del radiante sol, quería apagar aquella llama de curiosidad dentro suyo. La mansión en la que vivía - le guardaba prisionero - era enorme, habían pinturas por doquier, también una que otra planta que hacía el viejo lugar más vivo, era como cualquier otra mansión de hacienda que haya conocido, solo que con la pequeña diferencia de sentirse fría. Muy fría.

Salió al patio trasero para deleitarse de una gran sorpresa, el jardín estaba repleto de tulipanes, era colorido y hermoso, viendo las preciosas flores recordó que Jungkook le había prometido plantar aquellos tulipanes por él, había cumplido su palabra. Fue inevitable no sonreír por aquello, no era alguien de piedra, por eso sintió mucha pena.

Viendo los tulipanes de lejos recordaba todo lo que Jungkook le había dicho, cada poesía convertida en halagos, cada promesa que le susurró y cada sentimiento que declaró mirándole a los ojos, viendo los tulipanes sintió mucha pena por Jungkook.

Porque a pesar de que Jimin era el mayor perdedor, Jungkook estaba en la misma línea de perdedor.

Jimin pensó que Jungkook también era una víctima más, era un pobre diablo enamorado que hizo todo lo que estaba a su alcance para tener lo que quería, egoísta o no, también era un caído.

Pero esa pena fue desvanecida al momento que las palabras de Eunwoo llegaron a su recuerdo, a Eunwoo lo habían metido preso, lo habían torturado y le habían separado de su lado, si todo eso no hubiese pasado posiblemente él estaría o muy lejos de aquí o casado con el amor de su vida. Tenía que haber un culpable por aquellos moretones y todo aún apuntaba a Jungkook.

Por eso olvidó la pena que sintió por su esposo, con una mueca se alejó del jardín. Que aquellos tulipanes sembrados fueran flores que nazcan del dolor de Jungkook, no le importa. Que sufra eso y que sufra aún más.

Al alejarse del patio trasero se encontró con asco tras haber sentido lástima por su comprador, con cada segundo en aquella casa perdía más la cordura, pronto se encontraría amando al verdugo de su amor, no podía permitirlo.

Apagó su paraguas y corrió hacia su habitación, no podía permitir que las telarañas de la casona se tejieran en su corazón, tenía que salir de allí, tenía que huir.

Tomo todas sus joyas y salió de su habitación, se percató que Jungkook no estuviese andando por ahí, cuando no lo vio salió de la casona, al salir se encontró con uno de los empleados, este manejaba un coche y sería quien le sacara de la hacienda, se subió sin decir nada.

"Llévame al pueblo, por favor." Dijo mirando atrás, asegurándose de que Jungkook no estuviese cerca.

"Señor, no tengo ninguna orden del patrón de llevarlo al pueblo, lo siento."

"¿Y yo no soy tu patrón? soy el esposo de Jeon Jungkook así que tienes que obedecer lo que te ordene. Llévame al pueblo." Elevó la voz, las manos le temblaban por la adrenalina.

El coche comenzó a moverse y dirigirse a la entrada/salida de la hacienda, no podía creer que su plan apresurado hubiese funcionado, estaba tan feliz que las manos le temblaron aún más. Al ver las puertas abriéndose y ver el campo amplio supo que tenía libertad.

Llorando se fue ; km omegaverseOnde histórias criam vida. Descubra agora