Alicent Hightower

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Advertencia: Intento de Smut.

—El príncipe Rhaegan se siente muy solo hija.

—¿Y qué puedo hacer padre?

—Ve a sus aposentos.

—Pero padre.

—Ve.

—Alicent bajó la cabeza. —sí padre.

[***]

—Lady Alicent Hightower, mi príncipe.

—Alicent, te equivocaste de cuarto.

—No lo hice mi príncipe.

[***]

Alicent quien estaba debajo de sí gimió, Rhaegan chocaba desesperadamente su pelvis con la de la pelirroja.

—Sí, sí mi príncipe. —gimió la pelirroja.

Los senos de la segunda hija de la Mano del rey rebotaban con las embestidas del príncipe peliblanco, tenía sus manos en su cintura mientras aceleraba cada vez más.

La pelirrlja atrapó su dedo entre sus dientes, mordiéndolo mientras cerraba sus ojos.

Rhaegan empujó por última vez dentro de ella antes de retirarse, manchando las sábanas blancas con su líquido blanco y espeso.

Alicent a su lado gimió mirándolo, Rhaegar seguía desnudo frente a ella, controlando su respiración mientras ella intentaba abandonar los espasmos de su cuerpo.

—Mi príncipe.

—Dime.

—Se le ve tenso. ¿Puedo ayudarle?

Rhaegan negó, Alicent lo miró fijamente mientras se acercaba a él.

—Mi príncipe, te ves solo y deprimido.

—Mi madre falleció hace dos lunas.

—¿No necesita una distracción?

—No.

—¿Está seguro? —murmuró atrapando su pezón entre sus dedos mientras se mordía el labio inferior. —piénselo. —dijo levantándose, haciendo que los ojos del peliblanco ardieran en lujuria.

Alicent no era fea, al contrario, era muy hermosa.

Rhaegan la tomó nuevamente, acostándola en la cama mientras la escuchaba gemir debajo de él, sentía sus uñas en su espalda mientras martillaba en su intimidad.

—Mi príncipe por favor, más...

Rhaegan obedeció, la mujer gemía cada vez con más fuerza

Siguió empujando dentro y fuera de Alicent, sintiendo su humedad en todo su miembro, salía y entraba de ella en un vaivén desenfrenado, mientras que la pelirroja seguía gimiendo.

—Mi príncipe por favor, más.

Un gruñido salió de Rhaegan antes de empujar con más fuerza y dedicación, sus dedos estaban en las caderas de la mujer pálida mientras su cuerpo subía y bajaba ante las embestidas, con sus senos rebotando en su cara.

Alicent gimió al sentir su placer llegar, sus piernas empezaron a temblar y sus gemidos comenzaron a ser desenfrenados mientras Rhaegan seguía dentro de ella, persiguiendo su propio placer.

Las manos del príncipe estaban sobre la cabecera de la cama mientras está pegaba contra la pared con cada movimiento.

Había estado con la pelirroja tantas veces esa misma noche, en tantas posiciones que le era imposible imaginar una nueva.

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