Aemond Targaryen

4.7K 435 23
                                    

El reino entero había sido testigo del matrimonio de Aenella Velaryon y Aemond Targaryen, los peliblancos se habían unido en matrimonio hacía menos de dos lunas, parecían un matrimonio feliz ante la Corte.

Exceptuando que no se hablaban, no dormían juntos y no había intento mínimo de procrear.

—¿Cuándo la princesa Aenella quedará encinta?

—Pronto. —aseguró Aemond.

—No hay prisa. —intentó decir Alicent

—Claro que la hay, sí se casaron fue para que hubiese paz entre la princesa Rhaenyra y usted mi reina, no hay avisos de un posible infante.

—No cuestionemos su matrimonio. —dijo Rhaenyra.

—¿Sucede algo, mi príncipe?

—¿Qué insinúan?

—Nada mi príncipe, es sólo que...

—Mi esposa y yo hemos decidido dar tiempo para nuestro hijo, sí mis cálculos no fallan, Aenella estará hoy encinta, nuestro hijo dormirá en su vientre.

—¿Eso quiere decir qué...?

—Un nuevo bebé Targaryen vendrá a la familia, sí me disculpan, tengo que ir a ver a mi esposa e hijo. —declaró levantándose de su silla, saliendo de la Sala de Consejo, dirigiéndose a los aposentos de su esposa. —puede retirarse, Syr Erryk.

—Mi príncipe. ¿Está seguro?

—Aenella es mi esposa, está bajo mi protección, descuide.

El caballero asintió, alejándose de aquella enorme puerta de madera, una vez que dobló a la esquina, Aemond entró sin tocar, encontrándose con Aenella mirando como los pequeños jugaban.

—Pronto nuestro hijo estará allí también.

—¿Qué?

—Aemond suspiró. —necesitamos un hijo.

—Tú necesitas uno, puedes ir a un burdel, engendras un niño y dices que es nuestro.

—¿No lo entiendes Aenella? Tenemos que tener un hijo, pronto.

—¿Qué no entiendes? Podemos fingir irnos en lo que nace tu hijo, cuando nazca, fingiremos que es mi hijo y estaremos bien.

—No entiendes, necesitamos un bebé, necesitamos consumar nuestro matrimonio.

—Sé como sé hacen los bebés, gracias.

—¿Por qué eres tan testaruda? Necesitamos un heredero.

—¿Por qué eres tan necio? No tendré un hijo. —murmuró retando al mayor, quien tomó la iniciativa besando sus labios.

—¡Suéltame!

—Entiende que necesitamos un hijo, la gente murmura.

—Poco me importa lo qué digan, no voy a tener un hijo y menos porqué me obligues.

—Ae...

—No Aemond, no voy a darte un hijo para complacer a esa Corte llena de víboras.

Aemond suspiró atrayendo a la menor a su cuerpo, besando con fuerza a la peliblanca quien lo alejaba con golpes en su pecho.

—¡Qué me sueltes!

—Dioses Aenella, nos amábamos cuando éramos niños. ¿Qué cambió?

—Es raro que preguntes cuando fue tu culpa, llamaste bastardos a mis hermanos, intentaste dañar a Jace. ¿Crees qué seguiría igual después de eso?

HOTD OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora