Aemond Targaryen

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Aemond mentiría si dijera que la distancia de su antigua esposa no le dolía.

Odiaba verla por los pasillos con su mismo semblante de siempre, frío, rígido y serio.

—¿Por qué no hablas con ella?

—No puedo.

—Porqué no tienes los huevos para hacerlo. —Aegon estaba más que furioso con su hermano. —¿Para qué querías casarte con ella? ¿Para decir qué era una jodida golfa por no querer acostarse contigo?

—Pensé que tenía alguien más.

—¡Tenía a tu hijo en su vientre! —Aegon prácticamente gritó. —no sé cómo Aeron nació sano.

—Ni yo, pero que bueno que eso haya sucedido. —Helaena analizó. —¿Por qué lastimaste de esa manera a Aera?

—No sé.

—Ahora resulta que no sabes, que poco hombre.

—¡Oigan ya basta! —la peliblanca gritó mientras se interponía entre ambos hombres.

—¿Sus altezas?

—Maestre. ¿Qué sucede?

—La princesa Aera...

—¿Qué le sucedió a mi espo... a Aera?

—Empaco sus cosas, sus altezas, según sé, tiene un resfriado.

—¿Y usted no puede curarlo?

—El príncipe Daemon ha venido por ella. —el maestre bajó su cabeza. —la princesa Rhaenyra está hablando con la reina Alicent.

—Gracias. —Helaena sonrió en su dirección. —¿Qué vas a hacer?

—No va a hacer nada. —Aegon atacó. —ninguno hará nada.

—No quiero dejar de ver a mi sobrino.

—Ni yo, pero tampoco quiero ver a Aera así.

Alicent y Rhaenyra irrumpieron en los aposentos del menor, Alicent con una mirada apenada, mientras que Rhaenyra destillaba odio puro.

Nadie dijo nada, probablemente todos querían pero nadie se atrevía.

Hasta que Daemon entró.

—¿En dónde está?

—Daemon por favor cálmate.

—¿Qué me calme? ¿En dónde-está-Aera? —deletreo.

—En sus aposentos. —Helaena fue la única en hablar.

Daemon asintió, saliendo del lugar con todos detrás de él.

—¿Dónde? —Rhaenyra cuestionó una vez que llegaron a las incontables puertas.

—La última. —murmuró Helaena.

Daemon sintió la sangre de dragón correr por sus venas, abrió la puerta encontrándose con una tierna escena.

Aera jugaba con Aeron mientras Aeron jugaba con sus pies, ambos en el balcón.

El cuerpo de la menor estaba más delgado, vestía un sucio camisón mientras que Aeron vestía un pantalón negro y una camisa roja.

Aera volteó ante la interrupción, con notable molestia en su rostro.

Su rostro se iluminó al ver a sus progenitores en ella.

—¿Ma... —intentó decir, Rhaenyra la abrazó interrumpiendo sus palabras.

—Mi niña... ¿Cómo has estado?

Aera negó, no deseaba hablar de ello, odiaba aquella faceta.

Daemon sintió su corazón romper, tomó a Aemond de la chaqueta llevándolo a las afueras del lugar, detrás de los gritos desesperados de Alicent rogando que soltará a su hijo.

Lo tiró en el Patio de Entrenamiento mientras golpeaba repetidamente su rostro.

—¡Suéltelo, es el hijo del rey!

—El segundo hijo, los segundos hijos no merecemos nada. —escupió con rabia en su rostro mientras lo obligaba a ponerse en pie.

Aemond se mantuvo en pie, su rostro estaba rojizo y su nariz sangraba de a pocos.

Daemon tomó una espada, luego tomó otra, se dejó una mientras tiraba la otra en los pies del menor.

—Cuerpo a cuerpo eres un asco, como eres normalmente, veremos sí quieres mantener tu honor.

Aemond negó sin tomar la espada, deseoso por terminar aquella humillación.

—¿Qué? ¿No quieres batallar con espadas?

Aemond negó fijando su rostro en Aera estaba al lado de Robb Stark, quien sostenía al pequeño Aeron que estaba dormido en sus brazos, mientras lo miraba fijamente.

—¡Ataca al hijo del Rey! ¡Hagan algo! —Alicent gritaba desesperada. —¡Criston has algo!

Criston sacó su espada, dispuesto a herir por la espalda a Daemon, Rhaenyra gritó alertando a Daemon.

Aera tomó a dark sister mientras chocaba su espada con Criston Cole quien iba en desventaja.

Aemond tomó por detrás a Aera mientras Criston respiraba, sintiendo las patadas de Aera mientras sus brazos se aferraba fuertemente a su cintura.

—¡Vas a matarlo!

—¡Y no es al único que quiero! —gritó poniendo su espada en la garganta de Aemond. —¡Vamos pedazo de estiércol! ¡Pelea con la jodida puta!

—No peleare contigo.

—¿Por qué? ¿No quieres ensuciarte las manos con la golfa Velaryon?

—No eres una golfa.

—Sé que no soy como todas las golfas con las que tienes sexo todas las noches creyendo que algún día alguien lo va a amar, nadie te ama, nadie te amó y nadie te amará Aemond, no eres digno de amar de nadie, no eres nada más que un miembro andante. —gruñó con rabia en su cara. —tu niño interior tiene razón. ¿Quién llegaría a querer al monstruo que eres? Un jodido y asqueroso monstruo no es digno del amor de nadie.

HOTD OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora