Aegon Targaryen

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Cuando la corona de Aegon el Conquistador fue puesta sobre la cabeza de Aegon II Targaryen, Aelys sabía lo que iba a suceder.

Su madre, la heredera legítima le había explicado sobre su reclamo, el cual cada día que pasaba era más débil.

—Algún día, tú gobernarás los Siete Reinos.

—¿Yo?

—Eres mi primogénita, mi heredera, algún día serás la reina de los Siete Reinos, junto al hombre que ames, será tu rey consorte.

—Pero cuando sea reina tú habrás muerto.

—Rhaenyra dio una leve risa. —lo sé mi pequeña dragona, pero estaré feliz de saber que dejé los reinos en buenas manos.

—No quiero que mueras.

—Yo tampoco quiero dejarte, confío en que lo haré cuando ya seas mayor y nada ni nadie puedan hacerte daño, ni permitiré que tu reclamo sea débil como el mío.

—¿Por qué es débil?

—Los hombres prefieren ver los Siete Reinos arder antes de tener una reina.

—Pero eres la heredera.

—Lo sé, volvamos al Castillo, tu padre debe de estar preocupado.

Deseaba devolver el tiempo y jamás haberse casado con Aegon, ni permitido que su madre se marchase la misma noche que su abuelo había fallecido.

¿Cómo podían todas esas personas alabar a Aegon? Está coronación tendría que ser la de su madre, no la de su esposo.

Helaena y Aemond se encontraban a su lado, Helaena evitaba mirar a Aegon y miraba con preocupación a su sobrina. ¿Cómo podría decirle de sus visiones sin asustarla? Aemond en cambio, permanecía con sus manos detrás de su espalda mirando con orgullo a su hermano.

Cuando la hora de doblar rodilla llegó, Alicent fue la primera en bajar la cabeza, seguida de Otto, Criston y Larys, seguidos de Helaena y Aemond, Helaena apenas y dobló su rodilla, Aemond asintió en dirección a su hermano, Aelys evitó bajar la cabeza, sólo lo miro fijamente mientras esté también lo hacía.

—Rey Aegon II Targaryen.

—¡Viva el rey! ¡Larga vida al rey! —gritaron los pueblerinos.

Aelys sintió el piso vibrar debajo de sus faldas, deteniendo un poco la coronación.

Aegon la miró preocupado. ¿Qué estaba pasando?

Rhaenys Targaryen, su abuela montaba a su dragona, Meleys, encarando a todos aquellos que habían decidido usurpar el trono de su prima, fijó su vista en Aelys, sus ojos rojizos de tanto llorar, su cabello estaba ligeramente peinado mientras la obligaban a estar ahí, su vestido negro estaba sucio y sus manos se tomaban fuertemente entre ellas mientras observa a la Targaryen mayor.

Mis hijos pueden morir sí nos vamos, no puedo permitirlo, avísale a madre que estoy bien, haré todo lo posible para evitar que Aegon siga teniendo la corona de Aegon sobre su cabeza.

Había escrito en un pergamino y le había pedido a Ser Erryk que se lo diese a su abuela.

Meleys rugió en la cara de los verdes, Alicent protegía a Aegon mientras que Aemond protegía a Aelys, obligándola a guardar su cara en su cuello.

Quería salir de ahí, tomar a sus hijos y volar todos juntos a Dragonstone, domar a Cannibal y huir de ahí, pero nada de ello era posible, sus hijos estaban presentes en la coronación de su padre aunque no del todo, aún eran algo menores para presenciar ese tipo de actividades, los dragones estaban siendo custodiados, su salida era básicamente imposible, pero agradecía a todos los Dioses que su abuela hubiese logrado salir.

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