Aegon Targaryen | Aemond Targaryen

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—¿Qué haremos? —cuestionó Daemon cargando a Jaehaerys. —hemos declarado la guerra a dos tipos hormonales.

—Tío, por lo que sé, Aegon y Aemond no se quedarán quietos. —dijo Helaena peinando a Jaehaerys mientras Jaehaera estaba en el regazo de Jacaerys jugando con Lucerys. —son muy posesivos.

—No podemos dejar que se lleven a Aveery, mis dulces hermanas, ustedes son los único que rescataría de los verdes.

—Puedo evitar la guerra. —murmuró Aveery cargando a Viserys II. —podemos tratar con ellos, un trato justo, ambas partes iguales, no podemos arriesgar todo por una tonta guerra sin sentido alguno.

—Esos chicos Aveery, están obsesionados contigo. —dijo Daemon. —cuando supe del matrimonio de Rhaenyra quise quemar todo Poniente, enfrentarme a los guardias, pero era una tontera, Viserys tenía tenía ejército, yo tenía las capas doradas de la ciudad, pero no era suficiente, no cuando Viserys manejaba todo lo que yo creía manejar.

—Claro, eso es.

—¿Eso es qué?

—¿Le sacaste lógica a mi desgracia amorosa?

—Rhaenyra tiene a su disposición el ejército de Poniente, Aegon y Aemond no tienen nada más salvo que a sus dragones, no llegarían a una guerra escandalosa, sería una guerra silenciosa, ataques entre nosotros.

—No entiendo.

—Perderían una guerra escandalosa. —dijo Lucerys sonrojandose ante la mirada de Aveery en él. —pero no una silenciosa, posiblemente harían que entre nosotros nos ataquemos, un soplón o algo así.

—Todo aquel que no me sea fiel perderá su cabeza. —dijo Rhaenyra.

—Eso fue perturbador. —dijo Baela.

—Eso me calienta. ¿No es el momento? Okay. —Daemon rió.

—Volviendo al tema, tenemos que proteger a los mellizos y a Aveery.

—Un mal movimiento y moriremos. —razonó Jacaerys. —bien, Aegon y Aemond no podrán entrar, pondremos guardias en cada puerta del castillo.

—Los pasadizos quedarán sellados.

—La habitación de los mellizos y de Aveery estará custodiada por nosotros. —dijo Daemon refiriéndose así mismo junto a Jacaerys y Lucerys.

—¿Es suficiente seguridad?

—¿Qué piensas Helaena?

—El dragón enjaulado explotará. —murmuró asustada. —el dragón volará.

—¿Qué dices? —Rhaenyra sabía que su dulce hermana era soñadora, no la tomaba por loca, no cuando su padre también era igual. —¿Qué has visto?

—Aemond es el dragón enjaulado, vienen por ti Aveery. —dijo asustada. —vienen por ti, y vienen por tus hijos.

Aveery no sentía miedo desde que había visto a Alicent con una daga, dispuesta a asesinarla, o cuando dio a luz a los mellizos, pero aquel miedo era diferente.

Sabía que el estado mental de Aemond no era favorable, de los hermanos era el más enfermo mentalmente, sabía que odiaba el no tener el control de las cosas y lo más importante.

Odiaba a Lucerys Velaryon.

Y Lucerys Velaryon estaba junto a ella.

Un rugido se escuchó desde afuera, seguido de un árbol cayendo.

—¡Vaghar está volando por los cielos! —gritó horrorizado un guardia. —¡El príncipe Aemond está quemando todo!

Aveery miró sin creérselo a Rhaenyra, no creía que la guerra fuese a llegar tan pronto.

Ambas mujeres salieron del lugar, con Daemon, Jacaerys y Lucerys tras ellas más lo incontables guardias que siempre las custodiaban.

—Deseo hablar, reina Rhaenyra. —dijo dejando a Vaghar tras él, quien sin importarle nada, se acostó.

—No parezca que desees eso, Aemond.

—Bueno, has raptado a mi esposa y a mis hijos.

—No es tu esposa. ¿Cómo sabes qué uno de ellos es tu hijo? ¿No fue engendrado por los dos? —cuestionó Daemon al lado de Aveery quien sin poder evitarlo se había sonrojado.

—Digamos que, yo llegué primero.

—¿Es en serio? —murmuró Lucerys en su oído. —¿Con los dos? ¿Cómo aguantaste?

—No lo hice, no podía levantarme de la cama ni caminar. —susurró de vuelta.

—Sólo dame a Aveery y a mis hijos y me iré, hermana.

—Es de mala educación no saludar. —dijo una voz tras ellos. —¡Hermano! ¿Puedes creer lo grandes qué están nuestros pequeños?

—Maldito seas Aegon. —gruñó Aveery dispuesta a golpear al mayor, siendo detenida por Daemon. —déjame pasar.

—Por más que quiera que lo asesines, no puedo permitirlo, tenemos que pensar con la cabeza fría, pequeña.

Aveery suspiró, el miedo de saber que Aegon sabía en donde donde sus mellizos la había petrificado.

—Aunque no logre verlos muy bien, Jaehaera se parece a ti, hermano.

—¿Así qué Jaehaera es mi hija, Aveery? —su único ojo miró con burla a la menor. —sabía que el haberlo hecho ese día me daría una niña.

—Jaehaerys también se parece a ti hermano, pero es mío. —sonrió Aegon. —Dioses Aveery, cuando quieras otro hijo dínoslo.

—Aveery no esperará ningún hijo de ustedes, nunca más.

—¿Por qué, taoba? —chico.

—La princesa Aveery Targaryen se ha comprometido con el príncipe Lucerys Velaryon. —y aunque aquello claramente era mentira, necesitaban tiempo. —no hemos enviado las invitaciones.

—¿Casar a una mujer ya casada, hermana? —dijo Aegon acercándose a ellos. —eso va contra todas la reglas.

—El tener relaciones con tu hermana menor antes del matrimonio también lo es, Aegon. —dijo Rhaenyra en su defensa. —el matrimonio está por ambas partes, consentido, no tienen nada que hacer aquí, les pediré amablemente su retiro.

—Como padres de los niños, deseamos verlos.

—Como padres no puedo negarles eso, vendrán mañana a ver a los mellizos, con vigilancia de los guardias, la presencia de Aveery y dentro del castillo, vendrán sin armas y sin sus dragones.

—¿Cómo esperas qué lleguemos?

—Existen los caballos y sí no saben montar, a carruaje.

—Eso es lo que la reina ordena, sí están de acuerdo con las condiciones serán bienvenidos mañana a ver a sus hijos, sí no, no podrán al príncipe Jaehaerys y a la princesa Jaehaera.

—Hmmm. —dijo el menor. —vendremos todos los días.

—¿Todos los días? ¡Aemond odio los carruajes! —Aegon renegó. —siete veces a la semana.

—Aegon.

—¿Qué?

—Siete veces, son siete días, una semana.

—Ah.

—Veo que a alguien no le sirvieron las clases.

—Shh.

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