Aemond Targaryen

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Advertencia: Mención sexual.

Aenerya miraba al techo mientras Aemond, su esposo estaba encima de ella, ambos en medio de la gran cama, apenas y podían escucharse respirar, su pierna derecha estaba encima de la espalda del peliblanco mientras sus respiraciones se hacían más rápidas.

Lo sintió empujar mientras lo sentía tensarse dentro de ella, el mayor tembló mientras se derramaba en ella, ambos con respiraciones agitadas.

—Es tu deber entregarte y dejar que tu esposo te haga lo que quiera, tu cuerpo ya no te pertenece, es de tu esposo, suyo para lo que desee, suyo para sus herederos. —recordaba las palabras de la tonta septa.

Sintió que el mayor no se movía, al contrario, seguía encima de ella mirándola fijamente.

—Ya puedes sacarla.

—Aún no. —dijo y después de unos momentos que parecieron eternos, salió de ella.

[***]

Su camisón estaba a la altura de sus caderas mientras su esposo se alineaba a su entrada, apretó con fuerza las sábanas mientras su cuerpo se mecía.

Lo sintió tensarse, Aemond escondió su cara en su cuello mientras dejaba un ligero beso, apretó sus caderas mientras nuevamente se derramaba dentro de ella.

Aemond dudó de su capacidad para complacer a Aenerya. ¿Por qué no gemía? ¿Y por qué era tan empático con la bastarda de su hermana?

—¿Te dolió?

—No.

—¿Quieres hacerlo otra vez?

—Deseo dormir. —dijo levantándose aún desnuda, apagando las velas, volviendo a la cama, tomando su espacio.

Aemond dudó sin embargo puso su brazo en su cintura, atrayéndola a él.

[***]

Aemond gimió ante el movimiento de caderas de Aenerya, colocó sus manos en los músculos de sus brazos mientras empujaba dentro de ella, gimiendo ante su pico placentero, derramándose nuevamente en ella.

[***]

Aemons gimió nuevamente al sentir la pelvis de Aenerya contra la suya, con sus labios pegados mientras empuja dentro de ella.

Aenerya gimió al sentir la punta de su esposo en su lugar más placentero, Aemond complacido comenzó a empujar en esa dirección cada vez más escuchando los gemidos de la menor, mordiendo y lamiendo su clavícula, tensándose nuevamente.

[***]

Aemond gimió cuando Aenerya cruzó sus tobillos por su espalda baja, un nuevo truco que la septa le había enseñado, gimió ante la estiración de la nueva posición, sin embargo, Aemond se había quitado el parche, dejando ver el zafiro en su ojo, obligándola a dejar sus ojos abiertos mientras empujaba dentro de ella, derramándose nuevamente.

—Tienes prohibido el té de luna, tu madre lo dijo.

—No la menciones.

[***]

Los sonidos lascivos alertan a la septa que pasa al frente de los aposentos de Aemond, jamás creyó escuchar los gemidos de la única hija de la princesa Rhaenyra, ni el sonido de las pieles chocando frenéticamente, la cama del príncipe Aemond golpeaba repetidas veces la pared, la mujer, horrorizada por los gemidos y los golpes decidió alejarse de ahí.

Aenerya tiene su cabeza en la almohada, con Aemond besándola mientras sigue empujando dentro de ella.

—Mierda. —gruñó a través de su liberación, Aenerya seguía debajo de él, gimiendo mientras la cama no dejaba de moverse.

—¡No cojan cuando yo no pueda, desconsiderados! —Aegon gritó, tocando la puerta. —¡Yo quiero coger y no puedo! —lloriqueo. —disfruta mientras puedas hermanito, una vez que están encinta ya no quieren.

—Vete. —dijo sin dejar de empujar.

—Mierda, ya déjala, vas a romperla.

—No, no lo haré. —dijo besando a la menor, mientras está cubría su boca, claramente avergonzada.

[***]

Aenerya gruñó practicando con Daemon, el entrenamiento estaba siendo más duro de lo habitual.

—Vamos niña, con tu esposo tuerto no te cansas pero aquí sí.

—¿Quién dice qué no me canso?

—Has traumado a la septa.

—Ella me traumo primero, dijo que debía complacer a mi esposo, y eso hice, debería estar orgullosa.

—Lo que no entiendo es como aun no estás encinta, dicen que el tuerto no te deja ni una sola noche. ¿Has bebido el té de luna?

—Mi sangrado no ha vuelto.

—Estás encinta.

—¡Shh! No, no es cierto.

—Sí, sí lo estás.

—No tenemos seguridad de tus insinuaciones.

—Créeme, estás encinta.

[***]

Dicen que cuando un Targaryen nace, los Dioses lanzan una moneda y el mundo contiene un respiro al ver de que lado caerá.

Los Dioses arrojan una moneda.

[***]

Un llanto bastante chillón se hizo presente en la habitación, la princesa suspiró cansada, mirando a su hija.

—¿Está sana?

—Así es princesa, tiene una hermosa hija.

—Hola pequeña. —murmuró una vez que la tuvo en su pecho. —mi pequeña Maera. —mientras que su esposo cargaba a su otro hijo. —mi pequeño Maeron. —sonrió mirando como Aemond mecía al menor, temeroso a dejarlo caer.

—No sé cómo fue posible que hiciéramos estás preciosuras, son iguales a nosotros. —comentó el peliblanco sonriendo.

—Fueron hechos con muchas ganas, en serio no entiendo como sólo salieron dos niños, de tanto que Aemond te tomaba creí que iba a salir un ejército entero.

—¿Puedes culparme? Me casaron con la mujer más hermosa de los Siete Reinos. —dijo sonriendo, provocando un sonrojo en Aenerya.

—Yo necesito ir a dormir, Maelor no dejaba de llorar.

—Vete ya.

—¿Sabes? Otro hermano me escolta a mis aposentos.

—Otro hermano deja que su cuñada y sobrinos descansen.

—Cállate. —gruñó yéndose.

—Idiota. —murmuró Aemond.

—Blasfemias frente a mis hijos no.

—Perdón. —rió sin dejar de mecer a su hijo.

HOTD OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora