Aemond Targaryen

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Tercera parte del one shot anterior.

—Osferth cariño...

—Quiero a mi mamá. —pidió mirando a su abuela.

Rhaenyra miró a Daemon, quien asintió, tal vez era hora de decirle la verdad al rubio.

Rhaenyra captó la atención de su hija, quien de un empujón había intentado empujar a Aemond, quien no tenía intención de soltarla, hasta que vio la mirada de su hijo, hasta entonces la había soltado, caminando detrás de ella.

—¿Osferth estás bien?

—¿Aemond Targaryen es mi padre?

—¿Por qué creerías eso?

—¿Lo es o no?

—Osferth. —dijo Aérea mirando seriamente a su hijo. —baja el tono.

—¿Qué baje mi tono? ¿Es o no es?

—Cariño. —dijo tocando su mejilla. —trata de respirar. ¿Sí? Todo está bien.

—Sólo quiero saberlo.

Aérea miró a Aemond, quien también le devolvió la mirada, se moraban son decir nada. ¿Qué podían decirle a aquel adolescente?

—Osferth hablaremos más tarde.

—¿Por qué no ahora? —el carácter de Aemond había hecho efecto.

—Hablaremos al finalizar la cena.

—¿Por qué hasta después? ¿Por qué no ya? ¿Nos iremos otra vez?

—Maegor, hablaremos más tarde. —dijo duramente, provocando que Osferth bajará la mirada y se sentará nuevamente.

Suspiró sentándose en su lugar, no había notado que quedaba al frente de Aemond, quien en todo el transcurso no le había quitado la vista de encima.

—¡Es un gran honor que estemos aquí para celebrar próximamente el decimosexto día del nombre de mi primer y único bisnieto, Osferth Maegor Velaryon Targaryen! —dijo Viserys captando la atención de las Casas. —como todos saben, una cacería será dada en su honor, junto a torneos, en los que festejaremos su nacimiento hasta el día de su nombre, pueden seguir disfrutando. —dijo y el comedor gritó, con la música volviendo a sonar.

Osferth miraba su plato sin darle importancia, miraba como su madre tampoco lo hacía, miraba fijamente su copa, pasó su mirada hacía el mayor quien miraba a su madre, para después sentir su mirada y mirarlo.

Sus ojos azules chocaron con el ojo azul del mayor y su parche, una guerra de miradas había entre ellos, hasta que Aérea intervino.

—Osferth. ¿No vas a comer?

—En un momento, madre.

—Deja de mirarlo.

—¿Cómo sabes qué lo estoy viendo?

—O eres muy obvio o te conozco a la perfección, hablaremos después de la cena, y sí quieres, también podemos hablar con Aemond.

—¿En serio?

—Veo que tienes una duda, así que sí.

—Gracias madre.

—No es nada pequeño.

—Ya voy a cumplir dieciséis inviernos, no soy un bebé.

—Entonces dejaré de dejar una vela en tus aposentos cada que duermes y dejaré de leerte.

—¡No! Quiero decir... ¿Qué importa? Puedes seguir haciendo eso, no me molesta.

Aérea rió pellizcando suavemente la mejilla de su hijo.

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