Aemond Targaryen

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Segunda parte.

El alumbramiento del primer vástago de ambos reyes había llegado, el pequeño príncipe Baelon había nacido en altas horas de la madrugada, había durado más de cinco horas en nacer, la princesa Aenerys lloró durante todo el parto.

—Y puje mi reina. —gritó una partera.

—¡Eso hago! —gritó, retorciéndose del dolor mientras su esposo y suegra la miraban. —¡Dejen de mirarme! —gruñó y ambos enfocaron su vista en otras cosas. —¡Dioses! —gimió exhausta, el olor de su sudor combinado con la sangre no le agradaba, su camisón estaba manchado con su sangre, sus piernas dolían y su cama, estaba segura que estaba más roja que cualquier otra cosa, su cabello lacio estaba rizado mientras gotas gruesas de sudor bajaban por su frente.

Aemond la miró, jamás había imaginado que su sueño se cumpliría, su padre tenía que morir para que él fuese feliz, finalmente era rey y tenía a su amada Aenerys a su lado trayendo al mundo a su pequeño hijo.

—Mientras que Alicent la miraba con un poco de lástima, ella no había sufrido tanto en sus alumbramiento. —mis hijos llegaron rápido maestre. ¿Qué sucede?

—¡Y así como de rápido llegaron se fueron! —gritó la menor, asustando a la mayoría en la enorme habitación.

Gruñó pujando por última vez, una partera había tomado a su hijo, golpeando su muslo, haciéndolo llorar, mientras que ella hacía un último esfuerzo, sacando la placenta, suspirando aliviada.

—¿Está bien?

—Más que bien mi dulce princesa. —aquella partera había visto a todos los hijos de la difunta reina Rhaenyra nacer, se le hacía imposible no ver a Rhaenyra en los ojos de su hija. —es un fuerte varón.

—Mi dragón. —murmuró tomándolo en brazos.

—Mi nieto. —Alicent prácticamente empujó a las parteras que limpiaban a ambos, quitándoselo de los brazos a la menor. —tiene tu nariz Aemond.

—Hmmm.

Aenerys gruñó, aunque al mismo tiempo gimió, sentía dolor, Alicent no tendría que ser la que cargue a su hijo, esa tenía que ser su madre, la mujer que ella amaba y la que le había dado la vida, la cual le había sido arrebatada desde que se había casado con su tío, ella estaba viva ante todos, pero dentro de ella, estaba muerta.

—Tiene un hermoso rostro. —declaró Melinda Massey, la joven doncella de su difunta madre. —¿Ya tiene nombre?

—Baelon.

—Es un hermoso nombre, mi reina. —la joven sonrió. —príncipe Aemond. ¿No desea cargar a su hijo?

—Hmmm. —dijo el mayor y Alicent puso a su hijo en sus brazos. —mi heredero, el próximo rey. —musito sonriendo, meciendo al menor. —ya tienes tu huevo de dragón. —sonrió y unas doncellas mostraron la cuna en donde el menor iba a dormir, en ella descansaba un huevo de dragón, amarillo con rojo. —es cría de Vaghar. —dijo sin dejar de mecer a su hijo.

—Deseo descansar. —declaró la reina y las personas se apresuraron a limpiarla y a cambiar las sábanas.

La levantaron de la enorme cama conduciéndola a la tina, en donde Melinda y la doncella de su madre se encargaron de asearla.

Una vez lista, nuevamente fue colocada en la cama, amamantando al pequeño Baelon.

Ahora entendía todas las veces que su madre los había defendido con garras y dientes, todas las veces que la sangre de dragón se había hecho presente en todos los actos cuando se trataba de defenderlos, su hijo acababa de nacer, sin embargo, ya se había convertido en su todo y en alguien al que defendería siempre.

[***]

—Mi rey, hemos llegado. —avisó un guardia, el carruaje dejó de andar.

—¡El rey Aemond de la Casa Targaryen junto a su esposa consorte, la reina Aenerys de la Casa Velaryon junto a sus infantes, los príncipes Baelon, Aenyra, Daella, Maegor y Aemon Targaryen! —gritó un guardia presentándolos, Aemond bajó del carruaje, ayudando a sus hijos a salir, seguidamente ayudó a su esposa, la cual estaba encinta de nueve lunas.

Ambos celebraban el décimo día del nombre de su primogénito, Baelon era el más parecido a su padre físicamente, ambos poseían destreza con la espada y el mismo temperamento,a diferencia de sus demás hermanos, Baelon había analizado las situaciones en las que sus padres se encontraban.

—Aenyra, no te alejes. —Aemond habló.

—Sí papi. —dijo la menor, Baelon había tomado su diminuta mano, a pesar de la insistencia de Aenerys al decirle que no debía de cuidar a su hermana, él lo hacía. —mano me acompaña. —dijo la menor y Aemond sonrió.

Hacía menos de siete lunas el reino había presenciado la muerte de la reina madre, Alicent había fallecido al cumplir los cuarenta y cinco días, devastando al rey Aemond, según se decía, el rey Aemond había embarazado a la reina Aenerys una noche atrás, los jadeos placenteros del rey se convirtieron en jadeos lastimeros mientras la reina Aenerys se encontraba a su lado, consolándolo, aunque de antemano se sabía que la reina Aenerys no era fiel devota a la difunta reina madre, murmuraban que su muerte era un respiro para la reina.

—¡Qué la caza en honor a mi primogénito y heredero de los Siete Reinos dé inicio! —proclamó Aemond y los lores gritaron. —vendré después mi amor. —murmuró besando los labios de su esposa, colocando una mano en su vientre.

Miles de lores fueron con Aemond y Baelon a cazar cualquier animal que se les pusiese en frente, mientras la reina Aenerys se quedaba con sus hijos.

—¡Mira mamá! —Daella gritó, una hermosa mariposa, roja con negro se había posado en su vientre, combinando con su vestido, agradecía a los Dioses el haberse puesto el vestido que con tanto orgullo portaba y no haber dejado que su suegra ganará.

La muerte de Alicent era su completo respiro, esa mujer quería obligarla a vestir verde, varias veces tuvieron roces debido a que deseaba vestir a sus hijos con los colores de los Hightower, amenazando con quemar sus vestidos emblemáticos de la Casa Targaryen y Velaryon, aunque en sus últimos meses de vida, había destrozado sus vestidos verdes, según decían, pedía ver a sus hijos día y noche, pedía ver a sus nietos día y noche, e inclusive, había tratado de convencer a su nieta menor, Daella de cortarle el cuello a su tío, Aegon III, enfureciendo a su madre al contarle, se habían reído y abusado de ella, sin embargo de sus hermanos nunca, ella jamás lo permitiría.

Desde ese día, ningún niño se acercaba a la reina madre, además de que Daella había sufrido un trauma, día y noche preguntaba. ¿Qué era rebanarle el cuello a alguien? La reina Aenerys tuvo que interferir y decirle el horrible significado, a partir de ese día, la menor dejó de visitar a su abuela, se decía que la mujer lloraba y murmuraba maldiciones en contra de su padre y en contra de Rhaenyra, burlándose de sus títulos.

Rhaenyra la Reina.
Maegor con senos.
Reina de medio año.
Rhaenyra la Cruel.

Según decían, la reina Rhaenyra antes de ser envuelta por las llamas de Sunfyre, el dragón de su medio hermano Aegon, proclamó maldiciones en su honor, aunque también, murmuraban que había susurrado un perdón hacía su dulce niña, creyendo que había fallado al no protegerla.

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