Aemond Targaryen

8.9K 614 18
                                    

Segunda parte del one shot anterior.

—Jamás olvidaré cuando mamá y papá peleaban abuela, fue algo traumante.

—¿Los viste?

—No, pero los nobles dijeron todo.

[***]

—Los hijos de Alys no son míos, nacieron muertos.

—¿Y sólo por eso no son tus hijos, Aemond?

—Mierda Visenya, estoy tratando de arreglar las cosas.

—¡No puedes hacerlo, Aemond! ¡No desde que decidiste meterte con Alys! ¿No pensaste en tus hijos? ¿En Aemma?

Aemond suspiró, no había pensado en nadie ni en nada, lo único que quería era quitarse la rabia que su abuelo le estaba poniendo sobre sus hombros al pedirle un sexto heredero.

Él hubiese aceptado encantado, ver a Visenya embarazada nuevamente, la idea de que los siete reinos supieran que su esposa sería la madre de su sexto bebé y siendo la envidia de todos ellos no le disgustaba en lo absoluto.

Pero no pondría en peligro a Visenya.

No volvería a ponerla en un peligro como ese.

—¡Puje princesa por favor, ya veo su cabeza!

Visenya gruñó, sus labios vaginales se abrían y se contraian con fuerza, su mano aferrada a su almohada, su cuerpo sudoroso y la cama cubierta de sangre hacían que su dolor rápidamente recorriera por todas sus entrañas.

—¿Visenya? —un Lucerys maduro, más alto, más formado y más varonil había entrado a la habitación. —¿Vis? ¿Cómo estás?

—Luke. —jadeó la castaña. —estoy bien.

—No, no lo estás, dame tu mano, Daemon dijo que esto puede amortiguar tu dolor, aunque sea un poco.

—Visenya aceptó la mano de su mellizo. —¿Cómo supiste?

—Todos en el Reino lo saben, están ansiosos de ver sí es un heredero o una heredera.

—No, Luke, del dolor. ¿Cómo lo supiste?

—Renax no deja de quejarse, supe que algo andaba mal.

Visenya jadeó, Renax había nacido unas horas antes que ella y desde entonces eran inseparables, sabía de su lazo, era fuerte, pero lo último que ella quería era provocarle dolor a su dragón.

—Princesa, puje otra vez. —pidió un partera.

Visenya cerró fuertemente su mano mientras pujaba lo más fuerte que sus huesos le permitían, Luke besó su frente mientras le daba un pequeño masaje en su mano.

—Una vez más. —pidió un maestre. —el bebé ya va a salir.

—¿Y Aemond? —murmuró Lucerys en su oído.

—No sé, Luke, hermanito, no me sueltes.

—Jamás lo haría, pequeña.

—¿Cómo está? —el albino entró a la habitación asustando a todos los presentes. —¿Visenya, amor, cómo te sientes?

—Mi príncipe. ¿Puedo hablar con usted? —Aemond asintió, yéndose con el Maestre.

—¿Sucede algo?

—En casos como estos, hay que decidir entre la madre y el bebé.

—¿Qué insinúa? ¿Mi esposa e hijo van a morir en el parto?

—No mi príncipe, pero es mi deber. ¿El bebé o su esposa?

—Ambos.

—Mi príncipe...

HOTD OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora