Aemond Targaryen

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—Vendré a visitarte tan pronto pueda.

—Arriegas mucho con venir aquí. ¿Qué pasa sí el príncipe se entera? Podría matarte.

—Descuida, no se enterará.

La menor asintió, la peliblanca besó su frente mientras se ponía su capa azul oscura, cubriendo todos los mechones platinos rebeldes que se le escapaban.

—Cuídate. ¿Sí? Prometo sacarte de aquí.

—Pero no puedes.

—Soy la hija de la futura reina, nieta del rey, créeme lo haré.

—Por favor ten cuidado, es más de la medianoche.

—Descuida, cierra con seguro. —dijo saliendo de aquel burdel, dejando una bolsa de monedas de oro en la entrada. —por tu silencio.

—No sabía que su gusto era por mujeres.

—No sabía que le gustaría morir decapitada y sin lengua. —dijo y la mujer quitó la sonrisa de su rostro. —es el mismo pago que todas mis visitas anteriores, su silencio por toda la bolsa.

—Mi silencio vale más que una bolsa llena de oro.

—¿Va a cobrarme más?

—¿Por qué ayudar a esa niña huérfana qué sus propios padres abandonaron?

—¿Por qué meter a una pobre niña huérfana a un burdel?

—Ella quería comer.

—Ella no quiere follar con los múltiples perversos que vienen a esté lugar. ¿No hay trabajo en algo más?

—Ella es mi esclava hasta que cumpla la mayoría de edad.

—Tiene seis años. ¿Ha enloquecido? ¿Tantos años siendo dama de placer la han enloquecido?

—¿Por qué no me llama puta cómo todos aquí?

—Ya usted lo sabe, no voy a recordárselo, mi monto será el mismo, usted decide sí acepta.

—La mujer ojiazul la miró, tomando la bolsa y guardándola. —su secreto está a salvo.

—Gracias. —dijo saliendo de aquel burdel, caminando por los fríos y poco iluminados callejones directo a Red Keep.

Una vez que llegó, se colo por los pasadizos secretos, regalo de su madre y padrastro Daemon, conocía los pasadizos como la palma de su mano.

Al llegar a sus aposentos abrió el muro de piedra y entró a su habitación, suspirando quitándose la capa, escuchando la puerta abrirse.

—Ser Erryk.

—Princesa, el príncipe Aemond ha preguntado por usted, insistió entrar pero dije que estaba enferma y no deseaba visitas.

—Muchas gracias. ¿Madre no preguntó por mí?

—Le dije que fue a visitar a la niña mi princesa.

—Gracias por guardar mi secreto.

—Es un placer princesa, pero puede peligrar, pueden dañarla sí saben que es la hija de la princesa Rhaenyra, o peor...

—¿Dañarme sólo por ser mujer?

—No quería decirlo, pero así es princesa.

—Gracias, pero afortunadamente fui criada por el príncipe canalla y tengo una daga de acero valyrio.

—Espero que nunca tenga que usarla mi princesa, me temo que debo de marcharme.

—Gracias, que tenga una hermosa noche.

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