Aemond Targaryen

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Advertencia: Ligero smut.

—Tú no fuiste capaz de darme herederos, Aegon.

—Soy un puto lisiado en una puta silla de ruedas por culpa de la puta de Rhaenys Targaryen.

—No vuelvas a insultar a mi abuela.

—Discúlpame.

—Antes de eso, preferías follar con la servidumbre, con las damas de placer de la Calle de Seda, en vez de cumplir tu deber, podías seguir haciendo todas tus asquerosidades, yo solo necesitaba que tu abuelo dejará de joderme.

—¿Y tenía que ser con Aemond?

—¿Con quién más sino con él?

—No sé. ¿Daeron, yo?

—Daeron es muy menor.

—Tienen la misma edad, pero tú amas a los hombres grandes. ¿No?

—Evidentemente.

—Podías follar conmigo.

—Aegon, no te ofendas, pero cuando lo intentamos, tuviste cierto problema.

—¡No estaba lo suficientemente excitado!

—¿Quieres intentarlo ahora, entonces?

—Sí. —dijo y la peliblanca rodó sus ojos, levantándose el vestido a la altura de su cadera mientras se deshacía de su ropa interior. —bájate el pantalón.

—No puedo. —dijo y la peliblanca rodó sus ojos nuevamente, deshaciéndose de los pantalones del usurpador.

[***]

Llevaba al menos unos treinta minutos encima de su esposo, rebotando encima de él, su cuerpo estaba sudoroso por el esfuerzo y sus muslos dolían, el miembro de su esposo seguía flácido dentro de ella mientras su esposo miraba sus senos rebotar.

Suspiró, levantándose del regazo del mayor, tomando su ropa interior y acomodando su vestido.

—No dio resultado.

—¿No te dolió hacerlo en una silla? Tapame que me da frío. —dijo y la peliblanca tuvo que ayudarlo nuevamente.

—¿Insinúas qué debemos hacerlo en la cama?

—Tal vez de más resultado.

La peliblanca perdió la cuenta de cuantas veces rodó los ojos ese segundo, había ayudado a Aegon a salir de su silla y lo había acostado en la cama, mientras se deshacía de su pantalón y levantaba su vestido a la altura de su cadera.

[***]

Su cadera dolía mientras su cabeza descansaba en la frente de su esposo, nada daba resultado, por más movimientos que hubiese hecho, más intentos de excitación, nada parecía ayudar al usurpador.

—Esto es increíble. —suspiró, bajándose del regazo del mayor, tomando su vestido nuevamente. —no puedo darte hijos Aegon, lo lamento.

—Vamos, una vez más. ¿Sí? Prometo que haré hasta lo imposible para llenarte con mi semilla.

—Aegon, llevo más de un hora montándote, no hay resultados, admitelo, ya no te funciona.

—Amor...

—No me llames así, no hay nada más que deber entre tú y yo. —gruñó. —te ayudaré a vestir. —dijo, tomando sus pantalones y acomodándolos en su cadera.

—Perdóname, tenía que darte aunque sea un niño para la sucesión del Trono.

—Mi madre es la verdadera heredera.

HOTD OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora