Aemond Targaryen

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—Debes escoger una esposa, hijo mío, los Baratheon son una buena oportunidad.

—¿Estás bromeando, madre? No planeó casarme y menos con una Baratheon, son huecas y tontas.

—Aemond, tienes que casarte, por favor.

—¿Por qué?

—Necesitamos los mayores aliados posibles, los Baratheon son excelentes aliados.

—Tu madre tiene razón, Aemond.

—Padre. —dijo Alicent levantándose. —¿Qué necesitas?

—Hablar con mi nieto.

—No deseo hablar contigo abuelo.

—Aemond, probablemente creas que todo esto es tonto, pero necesitamos aliados, sí la princesa Rhaenyra gana, nos cortarán las cabezas, rodarán nuestras cabezas, rodará mi cabeza, la de Aegon, la de tu madre, la de Helaena, la cabeza de tus sobrinos y la más importante, rodará tu cabeza, Aemond.

—Padre, no creo que...

—Sólo le digo la verdad a Aemond, Alicent, tenemos que proteger a nuestra familia. ¿Tomarás a una chica Baratheon cómo esposa? —Otto sabía que era imposible para Aemond negarse, había dado en su fibra sensible.

—Lo haré, por lo menos. ¿Podré elegirla?

—Claro que podrás mi pequeño.

—Mi reina, el rey Viserys solicita la presencia del príncipe Aemond en sus aposentos. —dijo la doncella de Alicent provocando que todos la vieran.

—Ve, Aemond.

—Hmmm.

Aemond sabía que su padre jamás se había interesado por él, prefería a su hija, a sus bastardos, antes que a él, claramente el rey no soportaba a Aegon, tampoco lo quería a él, a la que posiblemente quería un poco más era a Helaena, pero el dueño de su corazón era Rhaenyra.

Llegó a los aposentos de su padre, esté estaba respirando pesadamente, su enfermedad avanzaba más rápido que de lo que los maestres le habían calculado.

—¿Aemond? Hijo. —Viserys suspiró.

Aemond gruñó, acercándose al mayor, estaba con su pijama, con la leche de amapola a su lado, suspirando pesadamente, el oxígeno le faltaba.

—Padre, me han dicho que querías verme.

—Hijo mío, escuché que quieres casarte.

—Hmmm.

—Hace mucho soñé con esté momento, desde que tu madre me dijo que estaba encinta soñé con tu matrimonio, con tus hijos, mis nietos, por eso, he mandado a buscar el zafiro más hermoso que hubiese en los Siete Reinos, para tu esposa. —dijo sacando una bolsa pequeña, el menor la tomó. —es acero valyrio, está hecho desde tu nacimiento. —Aemond lo sacó de la bolsa, un collar pequeño, acero valyrio y un pequeño zafiro destellaba en la oscuridad, era un collar con un patrón, perlas de acero valyrio con el zafiro en el centro. —espero que a tu esposa le guste.

—Hmmm.

—Nunca fuiste un niño de muchas palabras, supongo que fue mi culpa el no haber estado allí, lamento lo de tu ojo, mi pequeño dragón.

Aemond se atragantó. ¿Su padre lamentaba su ojo y le había llamado mi pequeño dragón?

—Sé que no fui el mejor padre, tuve que hacerte más caso, espero puedas perdonar a esté viejo rey enfermo, no cometas el mismo error con tus hijos, amalos como nunca has amado a nadie Aemond, después de todo, ellos son tu creación, lo más importante que tendrás en la vida.

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