—Hmmm. —dijo tomando a la menor del cuello atrayéndola a él.

—Suéltame.

—Ni loco lo haría.

Sintió la daga del mayor rasgar la tela del camisón, dejando sus senos expuestos.

—¡No me toques!

Pero el mayor no le tomó importancia, desgarró nuevamente la tela del camisón dejándola completamente desnuda, besando su cuerpo, dejando múltiples moretones, mordidas y restos de su saliva.

Aenerys le escupió en la cara una vez que levantó la cabeza.

—No tenías que haber hecho eso. —dijo tirándola a la enorme cama, forcejeando con ella. —¡Maldita sea quédate quieta! —gruñó, la menor no dejaba de moverse, intentando salir de ahí, pero el príncipe mayor tenía el doble de fuerza.

Escuchó el tintineo de los pantalones del mayor cayéndose al suelo de piedra, mientras lo veía aproximarse.

—No Aemond, seré una buena esposa, lo juro. —gimió alejándose del mayor, pero esté tomó su tobillo acercándola a él. —Aemond se... —gritó ante la penetración brutal del mayor.

—Muy bien esposa, deja que todos escuchen cuando te complace tu esposo. —dijo chocando sus caderas agresivamente contra las suyas, besando su cuello.

La legítima Velaryon enrosco sus manos en las sábanas, intentando amortiguar el dolor, aunque no lo quisiese, sus mejillas estaban mojadas por sus lágrimas, creía que su primera vez sería con Robb, el mayor besándola mientras ambos estaban de acuerdo.

Pero tenía a su esposo encima de ella chocando bruscamente sus caderas contra las suyas.

Intentó golpear a Aemond con su pierna, grave error.

El mayor tomó su pierna y la puso detrás su espalda, haciendo lo mismo con la otra, dándole más estiramiento a su zona sensible, sacando un grito doloroso desde lo más profundo de su garganta.

No gritó por placer, como muchos lo deducirían, gritó por el dolor de sus paredes sensibles siendo raspadas brutalmente ante las penetraciones sin cuidado de su esposo.

Dejó de luchar, sabiendo que todo era en vano, sus padres no estaban ahí para protegerla, su hermano menor había muerto a manos de su ahora esposo, su hermana menor Visenya había nacido sin vida, su madre cada día estaba más deprimida y su padre cada día buscaba más venganza, el fuego que había dentro de ella se había apagado, dejó caer sus piernas a sus costados y dejó el puñado de sábanas, mirando hacía el techo.

Sintió el miembro de su esposo tensarse dentro de ella, el peliblanca subió la cabeza, encontrándose con la mirada vacía de su esposa, no se movía, su cuerpo se movía al compás de sus brutales embestidas, no expresaba ningún ruido, las lágrimas habían quedado talladas en sus mejillas, bajó nuevamente la cabeza, dejando sus dientes y besos marcados en su cuello.

Alicent entró, mirando como la menor miraba hacía el techo mientras Aemond se movía con rudeza encima de ella, como Viserys alguna vez fue con ella, sólo que sin rudeza, recordaba la sensación de ser sometida a tal acto, recordó con lágrimas acumulándose en sus ojos.

Aemond gimió alcanzando su pico, derramándose dentro de su esposa, subió nuevamente la cabeza, encontrándose con la mirada vacía de su esposa, era como verla sin vida, no demostraba nada.

—Aemond. ¿La has llenado?

—Sí madre.

—Muy bien, por fortuna estará encinta y nos dará bebés valyrios, muy bien mi pequeño.

—Excelente hermano, te la follaste tal puta en un burdel.

Aemond rió, besando los labios de su esposa con suavidad, nada comparado a lo anterior, le había arrancado su pureza de la forma más horrible y sádica que había conocido jamás.

Aemond salió de ella, mirando su miembro lleno de sangre, junto a la entrada de su esposa y las sábanas que estaban debajo de ambos, las piernas de su esposa estaban llenas de sangre junto a múltiples moretones en sus caderas morenas.

La menor no se movió, no tenía fuerza alguna, solo deseaba morir en ese momento, olvidar todo tipo de dolor.

Su abuelo jamás habría permitido que tocarán a su única, dulce e inocente nieta de tal manera como su hijo lo había hecho.

Pero Aenerys sentía que ya no tenía inocencia, su esposo, el rey le había quitado su pureza a sus quince días del nombre, mientras el contaba con veinte días del nombre.

—Con suerte, nuestra prueba de amor dormirá aquí. —dijo besando sus labios, sin ser correspondido.

Con suerte, moriré está noche, pensó la morena.

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