—No estaba, no le sería infiel a Aera.

—¿Y por qué le dijiste golfa a sus espaldas?

—¡Dicen que ha tenido sexo con Robb Stark!

—¡Eres un idiota! ¡Sí Rhaenyra viene porqué has insultado a su única hija nos matará! Dioses Aemond.

—Perdón.

—Conmigo no.

—¡No voy a criar a un bastardo!

—¡Olvida eso! ¡Todos dijeron que tú y Floris lo hicieron! ¡Qué estaba encima de ti! ¡Carajo tu infidelidad!

—¡No hice nada con Floris!

—Alicent negó, suspirando, caminando hacía los aposentos de su hijo y su nuera. —¿Qué sucede?

—Sé enojó, tiene que guardar la calma, el bebé corre peligro de perderse, mi reina.

—Deseo la anulación del matrimonio. —dijo seriamente. —también deseo cambiar de aposentos.

—Aera...

—Puede dormir con Helaena, puedo dormir en el sillón, es cómodo.

—Yo puedo acomodar su habitación.

—Niños, ellos están casados, tienen qué...

—No estoy casada con Aemond.

—Me dijo que planea volar a Dragonstone, en su estado le es imposible, tiene siete lunas.

—Me iré quieran o no.

—Como tú reina te prohíbo salir de aquí.

—Como futura heredera te prohíbo meterte en mis asuntos.

—¿Enviaste un cuervo a Dragonstone?

—¿Qué importa? Ellos saben que daré a luz en dos lunas.

—El maestre negó, sintiendo el vientre hinchado. —me temo que será tal vez dos o tres meses, no puede marcharse todavía, corren peligro.

—Aera negó, suspirando mientras se levantaba, casi cayendo, siendo sostenida por Aemond. —¡No me toques!

Y así pasaron las lunas, Aera escuchaba los rumores de las noches de pasión de Aemond y Floris, según decían la mujer entraba y salía temblando, llorando del placer, a veces ni salía, habían planes de matrimonio según los nobles.

El día del parto llegó, una madrugada de 133 d.C la princesa empezó con sus labores, junto a Helaena y Aegon dándole apoyo, la reina también había llegado, Aera pujaba mientras rogaba que el dolor cesará, los maestres miraban con preocupación, el bebé parecía no querer salir.

La colocaron en una posición completamente diferente, sintió sus paredes desgarrarse y sus uñas se clavaron en sus palmas mientras gritaba y escuchaba el dichoso llanto.

Recibió a su hijo después de expulsar la placenta y bañarse, sus sábanas estaban limpias mientras cambiaban al infante, hasta que ambos estuvieron listos.

—¿Cómo se llama esté pequeño platinado?

—Aeron Stark Velaryon.

—Tiene que llevar el Targaryen.

—Es Stark y Velaryon de piez a cabeza.

Los siguientes días caminaba con Aeron en sus brazos, con una expresión fría, sombría y seria, no miraba a Aemond, tenía deseos asesinos en su contra, sentía su mirada, más de una vez había atrapado al Targaryen mirándola dormir, mirando a Aeron, mirándola siempre que podía.

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