Aegon Targaryen | Aemond Targaryen

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—La rechazaste cuando nació, todos se hicieron cargo de ella, menos tú, su madre, irónico. ¿No? —Aemond rió. —nunca demostré importancia por mi hermanita menor, pero sí me preocupe por ella. ¿Por qué crees qué pedí su pureza? ¿Por qué crees qué quise casarme con ella? ¿Por el deber? Amo a Aveery más que a nadie en esté mundo, no creas que pondría el deber por encima de mí esposa, haría que todo Poniente arda en fuego sí algo le pasará, a ella y a mis hijos.

—No estoy tan loco como mi hermanito menor lo está, pero sí, yo también haría que todo Poniente sangrará por Aveery y por mis hijos.

—¿No saben quién es el padre de esos niños?

—¿Cómo hacerlo?

—Fueron hechos al mismo tiempo.

—¿Qué? ¿Ustedes dos lo estaban haciendo al mismo tiempo con ella? ¡Era su primera vez calenturientos! ¡Casi la matan!

—Por los Dioses, no exageres, aceptaste la propuesta de Aemond, sabías lo que iba a pasar.

—Jamás imaginé que los rumores fuesen ciertos, Aveery se veía inocente.

—Aveery es inocente, pero el deseo la corrompió, nosotros manchamos su honor, pero tomamos nuestra responsabilidad.

—¿Por qué odias tanto a Aveery? —cuestionó Aegon, Alicent rápidamente tragó, intentando deshacer el nudo en su garganta, jamás amo a Viserys, así como él jamás la amó a ella, una noche, en las cocinas, su deseo la corrompió, teniendo a Criston junto a ella en en los suelos del lugar, temiendo que su hija fuese una bastarda, pero al verla, su cabello blanco, su piel pálida como todos sus hijos, pero con sus ojos cafés, ella lo sabía, amaba más a Aveery de lo que llegó a amar a alguien, la amaba más que a Aemond y a Helaena, la amaba más que a cualquier persona, pero le recordaba a Rhaenyra, su mejor amiga, la cual se había alejado de sí, luego de su compromiso con el rey, y todo empeoró cuando Aegon nació, se volvió a acercar a ella con el nacimiento de Aveery, aquella niña sería la perdición del reino, según su fiel hombre, Larys Strong, lo mejor sería casarla con él.

—¿Por qué no respondes?

—Amo a Aveery, hijos míos.

—Mientes.

—No tengo tiempo para esto. —gruñó Aemond. —Aegon, toma tu ropa de montar, tenemos que ir por Aveery.

[***]

Aveery peinaba el cabello de Jaehaera mientras Lucerys jugaba con Jaehaerys, sus sobrinos miraban con amor a sus pequeños, sus pequeños albinos, hijos de Aemond y Aegon, la sangre no mentía, su instinto de madre le decía quien era padre de quien, Jaehaerys era idéntico a Aemond, posiblemente la semilla del peliblanco había llegado primero a su vientre, seguido de la semilla de Aegon, pero Jaehaera era idéntica a ellos, de ella sólo había sacado su género.

—¿Cómo estás? —Rhaenyra se sentó a su lado, con su hijo Viserys II en sus brazos.

—Lo estoy asimilando. ¿Tú?

—¿Asimilas el haberte convertido en madre? Recuerdo que deseabas entregarte como guerrera, jamás tener hijos ni casarte, pero cuando recibí los cuervos del nacimiento de tus hijos y de los ruidos en los aposentos de Aemond...

—¿Ruidos en los aposentos de Aemond?

—Cariño, no te hagas la que no sabes, esos pequeños no están ahí por arte de magia, cuando me avisaron, quise alejarte de ahí, no quería que te quedarás ahí, quería que mis sobrinos tuvieran una mejor vida, un mejor ambiente, con Alicent en sus vidas, te vería como una portadora de herederos, no sólo Jaehaera y Jaehaerys existirían, existirían más, eso haría que le sea imposible a Jace llegar al trono de hierro, hasta a mí.

—No pude tomar el té de luna, me fue imposible.

—¿Sólo fue ese día?

—Supongo que sí, no recuerdo mucho, sólo recuerdo que mi sangrado no volvió, un maestre me dijo que estaba encinta, dos lunas, después ellos nacieron, fue un parto horrible, doloroso, difícil, estuve a punto de morir desangrada, Jaehaera estuvo a punto de no nacer, Aemond en ese momento llegó, él sacó a Jaehaera de mí, supongo que la sangre lo llamó, Aegon estaba cargando a Jaehaerys, supongo que ambos saben quién es el padre de cada uno.

—Lamento que hayas tenido que pasar por eso, al menos. ¿Lo disfrutaste?

—Aveery se sonrojó. —no estuvo mal, fueron cuidadosos.

—Y por eso esos niños son preciosos. ¿No?

Aveery rió provocando que su hermana mayor también riera.

—¿Puedes abrazarme?

—Mi pequeña niña, claro que sí, no tienes que pedírmelo dos veces. —Rhaenyra la atrajo hacía sus brazos, había deseado tener una hija, y al nacer Aveery, para ella era su hija. —todo va a estar bien mi amor. —dijo calmando sus sollozos. —eres muy fuerte mi niña, todo va a estar bien.

Aveery dejó de llorar al escuchar un rugido.

Vaghar.

—Mierda, es Vaghar.

—¡Protejan el reino! ¡Protejan a los príncipes! —gritó Rhaenyra. —¡Daemon! ¡Alista las tropas!

—Hermana. ¿Qué sucede?

—Aegon pidió verte, no respondí, quería consultarlo contigo, pero al parecer eso no le gustó, llévense a los mellizos, no permitan que salgan, no permitan que les hagan daño. ¡Ustedes juraron dar su vida por el reino! ¡Hoy lo veremos!

—Saldré contigo, ellos no podrán hacerles daño.

—Aveery yo...

—Por favor, déjame.

Rhaenyra asintió, llevando a Aveery en donde el dragón verde gigante se encontraba, con Aemond en el piso, esperando por su esposa.

—Rhaenyra, dame a mi esposa y no tendremos problemas.

—Aemond, a mí también me complace verte hermano.

—¿Qué hiciste con mis hijos?

—Aegon. —Rhaenyra sonrió. —no esperaba que vinieras sin haber visto la respuesta a tu carta.

—Jamás llegó.

—Necesitaba mi aprobación. —Aveery se metió.

—¿En dónde están los niños?

—Protegidos.

—Somos sus padres, queremos verlos.

—Podrán, pero no volverán con ustedes al Desembarco del Rey, tenerlos allí sería un suicidio acordado.

—¿Lo dices por ella? Jamás los tocará.

—Espero que puedan perdonarme, esposos, pero dejando de lado sus aparentes sentimientos por mi, yo protejo a mis hijos, y lo haré hasta de ustedes sí es necesario.

—No puedes alejarlos para siempre.

—Tal vez no, pero sí lo suficiente para protegerlos, sí aman a Jaehaera y a Jaehaerys entenderán y comprenderán mi decisión, no deseo enemistad con ustedes, nunca, respeten mi decisión y no tendremos problemas.

—Por los Dioses. —Aegon rió. —déjame ver a Jaehaerys inmediatamente.

—No estás en posición de exigirme nada, estamos con Rhaenyra, su reina, vuelvan a Desembarco del Rey inmediatamente, y díganle a Alicent Hightower que no tendrá ni una pieza de mí, ni de mis hijos, no seré su juguete para dar herederos.

—¿Eso es todo?

—Lo es.

Aegon y Aemond se miraron, Aveery no se veía igual, se veía demandante y segura de sí misma, no se veía como cuando estaba con Alicent, estaba feliz.

—Hmmm. —expresó Aemond subiéndose subiéndose Vaghar, con Aegon detrás de sí, estaba lo suficientemente ebrio como para volar con su propio dragón y no morir en el intento.

Ambas peliblancas vieron al viejo y gran dragón alejarse del lugar.

—Hemos declarado la guerra.

—Lo sé.

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