Aemond Targaryen

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Arhea Targaryen y Helaena Targaryen se encontraban sentadas charlando al aire libre, mientras que Jaehaera, Jaehaerys y Baelor se encontraban jugando, cuando un cuervo llegó a su asustando al pequeño peliblanco quien lo apuntó con su espada improvisada, regalo de su padre.

—Tranquilo amor, es sólo un cuervo. ¿Lo ves? No hay de que temer. —rió la castaña tomando el pergamino del cuervo, tenía una apariencia un tanto dudosa. —¿Es para ti, Helaena?

—No. —murmuró la peliblanca. —es para ti, desde el pueblo.

—¿El pueblo? —cuestionó confundida abriendo el pergamino. —¿Qué habrá sucedido?

Mi lealtad está con usted mi princesa, como su más leal mensajero, espero no me tome esto como acto de traición.
He visto al príncipe Aemond, su esposo, saliendo de Calle de la Seda.
El príncipe Aemond ha estado recurriendo incontables veces a los burdeles, mi princesa, mis ojos y oídos han presenciado un té de luna en las manos del príncipe, luego de que su amante, Alys Ríos le dijera sobre su embarazo, dijo que el embarazo de la mayor había sido la noticia más feliz que hubiese recibido en toda su vida, llamándola mi amada Alys.
Su más leal mensajero.

Rhea arrugó el papel una vez terminado de leer, ocultando su cabeza entre sus manos.

Aemond, se había acostado con alguien más.

Aemond había engendrado un bebé con alguien más.

Había tenido el descaro de decir que sólo tenía dos hijos cuando había engendrado uno más.

Sintió su pecho comprimirse, su respiración estaba descontrolada y su cabeza palpitaba provocando que la princesa cerrará sus ojos y tocará su vientre, sintiendo las ojos arder.

—¿Arhea? ¿Sucede algo? Lleva a los niños con sus abuelos. —demandó Helaena mirando como las sirvientas se llevaban a sus mellizos y al Baelor.

Arhea gruñó saliendo de su trance, entregándole la carta a Helaena quien la miraba confundida, sus ojos al terminar de leer la carta se abrieron de par en par.

—¿Aemond va a ser papá otra vez?

—Por los siete Helaena, ayúdame.

—¿Qué sucede?

Una vez que la princesa Arhea se había levantado, levantó sus faldas, metiendo su mano por debajo de estás llegando a su intimidad.

—El bebé, Dioses, ya viene.

Rápidamente Helaena llamó a Sir Criston Cole para que cargará a la menor directo a sus aposentos, mientras también llamaba maestres y pedía la presencia de sus padres en el trabajo de parto de su sobrina.

—¡Deja a los niños con alguien más! ¡Trae a sus majestades!

Una vez en los aposentos de la princesa, las sirvientas cambiaron su bonito vestido color zafiro por un camisón blanco acostándola en la cama.

—Mi princesa, necesita pujar.

—No puedo maestre. —gritó adolorida. —¡Por favor saquelo!

—Me temo que necesita pujar, mi princesa, por favor, hágalo una vez, le ayudaremos.

Arhea cerró sus ojos y empezó a pujar, sus manos se convirtieron en un fuerte puño, sus dientes rechinaban por la fuerza ejercida en ellos, mientras que el sudor y la sangre corrían por su cuerpo.

—¿Y bien? —Alicent corrió al ver el estado de Arhea. —mi niña. ¿Qué...? —el maestre negó mirando a Alicent, provocando una mueca de pánico en su rostro.

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