El Chico de la Venda en los ojos I & II (Satoru Gojo x OC)

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Advertencia: Spoilers Arco de Shibuya

✭ [A] ✭

—Listo

Termino de colocar una nueva pantalla, después de haber destruido la anterior. A diferencia de la otra, esta permitiría salir a los humanos (en caso tal aún hubiera) y atraparían a las maldiciones dentro para eliminarlas a todas, pero por ahora necesitaba buscar a Sukuna. Su presencia aún no se había ido, no entendí a quién iba a buscar y ahora había otra gran y extraña aura. 

Corrí en la dirección de donde provenía su aura, para evitar usar mi energía ya que la acababa de utilizar para hacer las pantallas y el dolor no era tanto, pero era considerable.

Cuando llegué al lugar, Sukuna estaba peleando con…

¿Eso qué es?

Ajuste mi vista por si veía mal, pues había un ser gigante y extraño con alas en los ojos, una cosa sobre la cabeza que parecía un juego de feria y una cola en la cabeza.

¿Por qué Sukuna está peleando contra eso? ¡Oh, Megumi! – corrí hacía el pelinegro del cual me acababa de percatar y lo examiné.

Megumi estaba lleno de sangre, pero sus heridas parecían haber sanado.
Parecía muerto, pero no lo estaba… aún.

  ¿Sukunita lo curó? ¿Por qué? – miré al señor “Rey de la Maldiciones", él cual seguía peleando con el extraño demonio mientras recuesto al niño en el piso cual paciente.

Tengo tantas dudas en la cabeza, sobre todo el mundo, inclusive sobre mí, que no sabía en que pensar primero.

—Parece qué sí, pero ¿Por qué lo cuida? ¿Será que le gusta? — pienso en voz alta.

—Lo mismo me…— miró hacía la voz, ¿hombre, mujer? está a mi lado un usuario maldito y lo fulminó con la mirada — Ewwhh— suelta asustado ante mi mirada y retrocede.

Salto hacia un lado de Sukunita y lo miró intrigada - ¿Qué planean él, el abuelo, todos?¿Por qué siento que yo soy de los malos?

—¿Tú no que ibas a cambiar con Yuji hace rato?— dije tranquila colocándome al lado del Sukuna quien miraba al extraño ser encantado. — Parece que te está ganado.

Saltó alto para esquivar el ataque que viene directo hacia nosotros y él salta a mi lado sin dejar de observar al demonio analizándolo.

—Nada de eso putita — sonrió divertido.

—Te he dicho que no me digas puta — hago aparecer mis armas y le apunto al ser desconocido para dispararle.