Capítulo 28 - Cuarta Parte

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 Mientras entrábamos, pensaba que ya no me interesaba tanto ese asunto del sexo entre Taiki y Takashi... No veía por qué esa necedad de insistir en que era yo quien quería tener relaciones con Hiroshi... pero... ¿sería por algo que Satou o el mismo Hiroshi les dijeran? ¿O sería sólo un asunto de la imaginación de ellos? Con todo lo que me contaron más esa insistencia... ya no me quedaba dudas de que eran pareja... pero... eso... ¿no sería un asunto de mi imaginación, también? Al fin de cuentas, ninguno lo ha confesado... todavía. Con la cuestión de que Hiroshi estaba enamorado de mí, según dijo Satou, aunque el mismo Hiroshi me lo negó rotundamente en su oportunidad... podría pensar que era el chico quien se moría por acostarse conmigo... siempre estaba pendiente el asunto de las «sorpresas», así como aquello de «qué era lo que Hiroshi quería y yo no le hacía» que mencionó mi tío. Pero... Satou me lo dijo... aunque el mismo Hiroshi lo había negado... ¿la palabra de uno contra la del otro? ¿Y si Satou me estaba engañando? ¿A quién creerle? No, no, no. La única explicación plausible de las conductas extrañas de Hiroshi era que estaba enamorado de mí... si saco eso de la ecuación, volvemos a que todo sea un caos inexplicable. Entonces, resulta evidente que Hiroshi se muere por acostarse conmigo... ¿De dónde, por todos los demonios, sacan estos dos de que soy yo quien quiere acostarse con el mocoso majadero? ¡¿Yo?! Me parece que Taiki encontró el escondite de las botellas de sake de mi tío... ¿Yo? ¡Habrase visto!

Almorzamos en un ambiente de relativa cordialidad. Las únicas notas discordantes eran Satou, que seguía con su expresión de disconformidad y Hiroshi que, por alguna razón, ya no lucía radiante como en la mañana. Luego de recoger el servicio, mi madre y «las niñas» lavaron todo para alistarse para la sesión de la tarde. Sin embargo, el Maestro pidió a Taiki que lo acompañara para la choza de Hiroshi indicándole a éste que, si no tenía inconveniente, quería descansar. Me extrañó que el Maestro quisiera dormir una siesta, pero considerando que era un anciano, tampoco tenía nada de extraño. Taiki lo llevó y se comprometió a venirnos a avisar cuando el Maestro estuviera listo para continuar con la enseñanza. Con mi madre y «las niñas» en la cocina solo quedamos disponibles Satou y yo... una combinación, en ese momento, para nada alentadora, así que decidí volver al corredor. Para esa hora de la tarde, el frío no era tanto como lo había sido temprano. Conmigo afuera, pensé que Satou se quedaría en la sala, pero me sorprendió que también saliera al corredor. Al verlo decidí volver a entrar, pero me detuvo.

—¿Qué pasa, Satou? ¿Temes que vaya a la cocina a maltratar a tu chico? —le dije.

—No es mi chico, Takeo y tú lo sabes... ya quisiera yo.

—¿Entonces?

—He estado pensando... y creo que voy entendiendo la cuestión del granizo y la nieve —me dijo.

—¿Qué? —pregunté doblemente asombrado: por un lado, porque lo que menos me imaginé es que viniera a hablarme de la historia, y por el otro, porque hubiera descubierto lo que nos tenía devanando el cerebro hacía ya mucho tiempo.

—Si crees que sé lo bueno de ambas cosas, te equivocas... sólo dije que creo voy entendiendo la cuestión... y si es como pienso... debería reconocer que me estoy comportando como un verdadero idiota.

—Si te estás disculpando conmigo, acepto tus disculpas... porque sí... te has comportado como un imbécil —le dije con aire de superioridad y aprovechando la ocasión para insultarlo con cierta elegancia.

—Bueno... no era exactamente una disculpa... pero no importa... Que valga como tal, está bien.

—Satou... nos conocemos desde niños... Hemos sido más o menos amigos, aunque no cercanos, de toda la vida... Aunque no tuviéramos una gran amistad, tampoco creo que tengamos que distanciarnos por un mocoso majadero... Me he venido quejando de que no me deja vivir, y no he querido agregar a la lista de daños, el que me hiciera perder la amistad contigo y...

Las Siete CampanasWhere stories live. Discover now