Capítulo 21 - Tercera Parte

44 10 0
                                    

 Al escuchar a Hiroshi, yo ya no podía aguantar la risa y Satou estaba más que incómodo. Me miraba y con sus ojos sentía que quería estrangularme, lo que me causaba aún más risa.

—Te aseguro que, si es tal como Satou la describe, Hiroshi, la sorpresa no solo te va a encantar sino que no querrás desprenderte de ella. Si la felicidad tiene nombre, Hiroshi, creo que la tuya se llama «sorpresa» —le dije ya riéndome.

—Takeo... por tu risa creo que me estás tomando el pelo —me dijo Hiroshi.

—No, no, Hiroshi; para nada. Si hubiera alguna decepción, no sería por mi culpa, sino porque Satou es un presumido y jactancioso —le dije.

—¡Hey, hey, hey! —cortó Satou—. Que no estoy jactándome de nada que no pueda comprobarse a ciencia cierta.

—Muy bien —dije—. Entonces, Hiroshi, no tienes que temer a la decepción... tu felicidad está asegurada.

—¡Oh, Satou! Con todo lo que está diciendo Takeo, no puedo esperar a que me des la sorpresa —dijo el chico todavía con toda ingenuidad.

—Takeo... tan pronto pueda, voy a matarte —me dijo Satou y yo me reía aun más—. Bueno, ya es suficiente de las tonterías de Takeo —continuó Satou—. ¿Qué tal si nos vamos a donde el Maestro a seguir escuchando la historia? Todavía es temprano y tenemos todo el día.

—Yo tengo que cantar los mil ochenta mantras preceptivos —dije todavía sin recuperarme de la risa.

—Sí, pero eso te lo mandó el Maestro para aprovechar el día por no ir a escuchar la historia —dijo Satou—. Si vamos a oírla ya no habrá causa y los mantras podrán ser cantados en otra oportunidad, ¿no es cierto?

—Supongo que sí —le dije—. De todas formas, le preguntaré al Maestro y asunto arreglado. Así que vayamos de una vez.

—Pero... ¿y mi sorpresa? —preguntó Hiroshi— ¿Cuándo me la darás, Satou?

—Takeo... recuérdame matarte cuando volvamos —me dijo Satou de nuevo y yo me volví a reír.

—Ya, ya, Hiroshi. Ten paciencia —le dije al fin—. Primero vamos a seguir escuchando la historia y ya verá Satou cuándo te da la sorpresa.

—¡Uy! No es justo. Si no me la vas a dar ahora, Satou, ¿por qué me alborotaste tanto?

—Hiroshi, si hablas de justicia, fíjate que yo no dije nada —le objetó Satou—. Fue Takeo quien sacó a relucir todo este asunto; así que reclámale a él... que por cierto... —hizo una pausa, cambió su expresión y los ojos se le iluminaron con la chispa de la maldad pura y continuó—: él también tiene una sorpresa para ti... aunque no sé si será tan grande como la mía —dijo Satou y ahora fue él quien se rió.

—Espera, espera, espera... Satou. No te hagas el gracioso ahora. Pues yo también me jacto del tamaño de la mía —le dije con total seguridad.

—Pues eso habrá que verlo —me dijo.

—¿Qué? ¿Acaso también Takeo tiene una sorpresa para mí?

—Así es, Hiroshi —dijo Satou devolviéndome mi propio veneno.

—¡Takeo! ¿Y por qué no me lo habías dicho?

—No le hagas caso, Hiroshi. Satou está bromeando.

—No es ninguna broma, Hiroshi. Takeo también tiene y como tú mismo acabas de oír, se jacta de ella.

—¡Oh, Takeo! ¿Y tú también me darás tu sorpresa? ¿Dónde la ocultas? Déjame verla, por favor.

Las Siete CampanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora