Capítulo 30 - Cuarta Parte

49 9 2
                                    

 Mientras tanto, Satori seguía escalando. Tenía sus manos ensangrentadas, así como los dedos de sus pies. El frío quemaba su cuerpo y la nieve amenazaba con sepultarlo.

—¡Oh! —dijo el dios de las Tormentas— ¡Comenzó a granizar! ¡Caramba! Eso se lo pone más difícil.

Pero Satori no se daba por vencido. Aunque las dificultades aumentaban y el dolor casi le impedía pensar y concentrarse en dónde poner sus manos y sus pies para escalar hasta Keisuke, seguía adelante.

—Está a punto de llegar, Aosora —dijo el dios de las Tormentas—. Cuando llegue, ¿qué crees que hará primero? Porque no creo que sepa cómo quitarle las cadenas.

—Veremos —dijo Aosora.

Los chicos, observando lo que acontecía, seguían en tal estado de confusión, desesperación e impotencia que se sentían morir.

—Pero cuando llegue a Keisuke —dijo el dios de las Tormentas—, ¿crees que podrá ver a Naoki? Porque si lo ve, también querrá rescatarlo.

—No lo dudo, pero no creo que lo vea. Está en una posición y un lugar que queda fuera de la visión de Satori... No... no lo va a ver.

—¡¡¡¿Qué?!!! Entonces... ¿van a dejar que mi hermanito muera... así... sin hacer nada?

—Él lo pidió, Yoshio. No podemos hacer nada por él. Ya lo sabes, ¿por qué insistes? —dijo Aosora.

—Aosora —dijo el dios de las Tormentas—: Si no lo pregunto, va a pasar como siempre y tendremos una víctima innecesaria.

—Ya veo que sí —dijo Aosora—. Pregunta y veamos qué pasa.

—Muy bien... Kota —dijo el dios de las Tormentas—: Mira a Naoki... ¿no te compadeces? ¿Puedes verlo así y no sentir nada? ¿O estás tan ciego que te emperras en negar tu compasión para que no se confunda con tu amor? ¿Acaso crees que con negarlo lo haces menos real? Lo que es, es, Kota; por más que lo niegues. ¿Acaso tu necedad vale más que la vida de un chico? ¿Acaso no tienes idea de lo que es valioso y lo que no?

—Fueron muchas preguntas —dijo Aosora—, pero bueno... creo que tampoco estuvieron demás.

Pero el muchacho guardaba silencio.

—¡Ah! —dijo el dios de las Tormentas— Una más: ¿Estás eligiendo no hacer nada? ¿Naoki no es valioso para ti? ¿La idea que tienes de ti mismo es más valiosa que él?

—Fueron tres preguntas más, pero está bien. No hay problema —dijo Aosora.

Los chicos, que habían entendido lo que los dioses pretendían, no podían creer que Kota siguiera en silencio. Sin embargo, al fin, Kota habló:

—¡Está bien, está bien! ¿Qué quieren que haga?

—¿Qué? —dijo el dios de las Tormentas— ¿Tú nos preguntas a nosotros?

—Kota —dijo Aosora—: eres tú quien debe contestar... y apresúrate porque Satori ya casi alcanza a Keisuke y el tiempo se acaba. El proceso debe seguir como corresponde.

—Pero... ¿qué quieren que les conteste? Fueron muchas preguntas... no puedo contestarlas todas... Las primeras ya se me olvidaron...

—Kota —dijo Yoshio intentando calmarse— ¿no ves lo que está pasando?

—No, Yoshio... no lo veo... no lo entiendo... no sé qué hacer... Yo... yo... no sé.

—¡Miren! —dijo Aosora— Satori está alcanzando a Keisuke.

Cuando Satori llegó, lastimado, maltrecho, cansado y adolorido, abrazó a Keisuke, acarició sus cabellos y aunque el chico estaba inconsciente, le dijo y todos pudieron oírle:

Las Siete CampanasKde žijí příběhy. Začni objevovat