Capítulo 18 - Segunda Parte

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 Satori dio un suspiro profundo y aunque nada convencido, aceptó el hacer otra expedición en busca de las campanas restantes.

—Sea —dijo—. Todo el mundo sabe en qué condiciones iríamos, ¿verdad?

Los cuatro afirmaron y mostraron su acuerdo, aunque Keisuke, en realidad, no tenía idea de a lo que Satori se refería.

—Muchachos —dijo el abuelo—, también sé que habrá peligros mayores que los vividos en la expedición anterior, pero si con esto podemos ayudar a que nuestro mundo sea mejor, creo que bien vale la pena el sacrificio. Si tuviera una edad adecuada, no dudaría un instante en acompañarlos, pero ahora, sólo me queda una cosa por hacer y es lo que haré.

—¿Qué es, abuelo? —preguntó Masaru.

—Iré al bosque de magnolias y restableceré la pila de rocas que levantó Keisuke. Y todos los días, al amanecer y a la puesta del sol, iré a orar por el bien de ustedes. Yo sé que el dios de Keisuke, me escuchará.

—Señor Tagawa —dijo Keisuke—, puedes llevar carbones encendidos y quemar ramitas de pino aromático, que hagan mucho humo; y cuando lo hagas, piensa que en ese humo tus plegarias ascenderán hasta el dios; y estoy seguro de que te escuchará. Yo todavía no lo comprendo, ni lo conozco como debería... pero sé en mi corazón que es bondadoso, piadoso y compasivo... y que quiere lo mejor para todos nosotros... Quizás tú pienses que no te escucha porque no veas una respuesta inmediata... pero de eso se trata la fe.

—Así lo haré, hijito; así lo haré; pierde cuidado —dijo el abuelo.

Finalizada la reunión, los cinco chicos volvían para la choza de Keisuke, cuando uno de los amigos de Kazuya se les acercó.

—¡Kazuya! ¿Dónde te habías metido? Desapareciste de improviso y tu madre me dijo que te fuiste de expedición.

—¿Eh? Hola, Naoki. Sí, fuimos a buscar más campanas —le contestó.

—¿Como la que tenemos colgada en la laguna? ¿Y encontraron más?

—Eh... sí. Pero eso es algo que no tiene por qué interesarte.

—Pero, ¿cómo puedes decirme eso, Kazuya? Claro que me interesa. Mira: como la cosecha ha sido bastante mala, las pocas calabazas que pude sacar no sirven para la comida normal, así que hice estos panes, y como pensé, quedaron bastante bien. Traje unos cuantos para compartirlos con Keisuke, Masaru y contigo, y tus otros amigos, que aunque no los conozco, eso no impide que coman de mis panes. Chicos: no son una delicia, pero tampoco están tan mal.

—Está bien, gracias, Naoki —dijo Keisuke—. Si quieres, acompáñanos, que haré un poco de té, y así disfrutamos de tus panes.

—Claro, y me cuentan sobre esa expedición que hicieron. Kazuya, no puedo creer que no me dijeras nada —dijo el jovencito.

Ya en la choza, tomaron el té y comieron los panes de calabaza, mientras entre Satori y Masaru, le contaron sobre la expedición, sin entrar en los detalles del templo, los dioses, y sobre todo, del enigma que estaba pendiente de resolver. Sólo querían darle al muchacho la impresión de haber sido una sencilla expedición de búsqueda de cosas sin mayor importancia, que no fuera la curiosidad y por supuesto, nada dijeron de realizar otra expedición próximamente.

—¡Qué emocionante! —dijo Naoki—. Cada vez que puedo voy a la laguna a contemplar la campana. Es... es... tan... impresionante, tan grande. Me encanta ir a verla y me quedo largo rato mirándola... no me canso.

—No veo qué es lo emocionante de ir de aquí para allá buscando campanas, Naoki —dijo Kazuya—, preguntarle a la gente, que te digan una cosa y luego llegas y no hay nada... más bien es frustrante.

Las Siete CampanasWhere stories live. Discover now