Capítulo 32 - Segunda Parte

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 Como también era usual en mí, me levanté de un salto y salí de la casa. Ni siquiera me quedé en el corredor, sino que me fui para el riachuelo donde pescaba... Seguía nevando copiosamente aunque el riachuelo no se había congelado. Hacía un frío de los mil demonios y por salir intempestivamente, no me había abrigado... pero nada de eso me importaba... La nieve, el hielo, el frío... no eran nada comparados con lo que estaba viviendo y menos aún con lo que de seguro me iba a esperar cuando volviera a enfrentarme a mi madre... Y eso no lo podría evitar a no ser que en ese mismo instante comenzara a caminar hacia Kagoshima donde quiera que ésta se encuentre. Pero eso sería huir... sería una cobardía... No. Ni pensarlo. Si tenía que enfrentar ese trago amargo, debería hacerlo con la frente en alto y con la mayor dignidad posible... aunque sentía que ya no me quedaba dignidad alguna. Estaba junto al sauce, tiritando, llorando y maldiciendo mi destino, cuando vi que Taiki venía. Traía abrigos y mantas. Esta vez, no quise secarme las lágrimas ni aparentar otra cosa que la que sucedía.

—Toma, Takeo. Abrígate que hace demasiado frío —me dijo al darme la ropa y una manta.

—Gracias —dije simplemente.

Taiki se envolvió en la suya y permaneció de pie junto a mí en silencio. Era un silencio tenso y desagradable. Al fin, dije:

—Taiki... ¿crees que tu padre aceptará a alguien más que le ayude en la granja?

—Sí, por supuesto. Pero si se trata de ti, lo convenceré de que no te acepte.

—¿Tienes miedo de que te robe a Takashi? —le dije como una broma de mal gusto.

—No seas tonto, Takeo; que si eso pudiera solucionar todo este jaleo que te tienes y que le complica la vida a tanta gente, no sólo le pediría a Takashi que te exprima hasta la última gota, sino que él mismo lo haría sin dudarlo y sin esperar a que yo se lo pidiera o autorizara.

—¿Entonces?

—Takeo... no es bueno que sigas haciendo sufrir a tanta gente... Aunque no veas el asunto de tu amor por Hiroshi, sí que puedes ver el efecto que causas en todos los demás. Takeo... ¿no has pensado ni por un instante en que el Maestro ha bajado de la montaña y lleva ya varios días aquí, sólo por eso? Él te lo dijo: Vino a intervenir para que la situación mejorara o por lo menos no empeorara... Él se conmovió, Takeo, con todo esto y pensó que podría hacer una buena acción; por eso vino. Takeo... él es un anciano y está débil... ¿No valoras el esfuerzo que hizo al bajar de la montaña y caminar hasta aquí, no sólo para enseñarte sobre la sabiduría que tú mismo le pediste? ¿No ves que él también, y quizás, principalmente, se interesa en tu felicidad?

—Pero... ¿por qué ese interés particular? ¿Qué tengo yo de especial para que se tome todo este trabajo que mencionas?

—No lo sé, Takeo. Quizás no tengas nada de particular ni de especial. Eres un ser humano que tienes derecho a la felicidad y por lo tanto, creo, eso para él es más que suficiente. Takeo... no es cuestión de que aceptes lo de Hiroshi... Para empezar, es cuestión de que aceptes que tienes un problema... que eres tú quien lo tiene, no Hiroshi ni los demás. No se trata de que rechaces al chico, Takeo... Pienso que esa no es la causa sino el efecto... La cuestión es que no sé cuál es la causa... esa la tienes que encontrar tú.

—Taiki... no te ofendas... pero creo que eso de que un chico ame a otro y lo que es peor, se acueste con él... está mal.

—Pero... ¿no habías dicho que eso no era para ti ningún problema? ¿Que el asunto no era por el amor entre chicos, sino por el amor de Hiroshi hacia ti? ¿No era eso en específico?

—Eh... mi padre... mientras vivió... siempre aborreció eso... Cada vez que salía el tema o veía a un par de chicos que parecían ser pareja o que uno estuviera seduciendo a otro... siempre dijo horrores... Que eso era asqueroso... que era una aberración... que la naturaleza mandaba que eso sólo debía ser entre hombre y mujer... que los dioses se enojaban al verlo... que un hombre dejaba de serlo si se acostaba con otro... que un hombre no podía caer más bajo... que el hombre que lo hacía, en su próxima vida reencarnaría en cerdo... que nunca podría alcanzar el Nirvana... que por el contrario, iría al infierno Avichi por tanto tiempo que perdería hasta la memoria de cualquier otra cosa que no fueran los sufrimientos de ese horrible reino... Una tarde del final de la primavera, hace como cinco o seis años... Hiroshi se descuidó y echó a perder el arroz que estaba cocinando. Era el único poco de arroz que quedaba en su casa. Su abuelo se enfureció tanto que le dio una paliza como nunca le había visto yo antes... El mocoso, como siempre, corrió hasta mi casa para que yo lo protegiera o consolara... Se colgó de mí y lloraba como nunca... Yo le acariciaba los cabellos tratando de que no llorara más... Mi padre nos vio... me tomó de un brazo, me sacó de la casa y me dio a mí una paliza igual o peor que la de Hiroshi... y me hizo jurar que yo nunca sería así...me hizo jurar que yo nunca lo haría... que él no quería que yo fuera a parar al Avichi... y se lo juré, Taiki... se lo juré. A los pocos días, él murió y mi madre me dijo que no llorara, que mi padre siempre estaría conmigo cuidándome y velando por mí, que siempre estaría mirándome para que nada malo me pasara...

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