Capítulo 28 - Primera Parte

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 —¿Qué les parece si continúo? —se limitó a decir el Maestro.

—Takeo... no te importa si el Maestro continúa, ¿verdad? —preguntó Hiroshi—. Para que los demás también podamos alcanzar las respuestas que tú ya lograste, digo.

—Para nada. Continúa, Maestro... y no me hagas caso.

El anciano, sonriendo, continuó:

Los chicos estaban intrigados y confundidos por lo que ese elemento, el Séptimo, pudiera ser, aunque nosotros, gracias a Hiroshi, ya sabemos que era el arco iris.

—A como están planteadas las cosas —dijo Yoshio— creo que no podríamos saber nada sobre el Séptimo hasta que encontremos la séptima campana, pues el poema no nos ayuda; ¿no es así, Masaru?

—Así es y creo lo mismo, pues como acabo de recitar, en ese punto el poema no da respuestas sino que, por el contrario, plantea el enigma —le contestó.

—Entonces —dijo Satori—, en este momento tendríamos dos tareas a que dedicarnos de inmediato, o mejor, cuando la tormenta nos lo permita: encontrar las campanas restantes, especialmente la séptima y descubrir qué tienen de bueno el granizo y la nieve.

—Correcto —dijo Kota—. Pero como bien dices, la tormenta no nos permite salir a buscar las campanas, así que podríamos discutir ese asunto del granizo y la nieve.

En ese momento, Hiroshi volvió a interrumpir:

—Cierto. Ese es otro punto que se me había pasado por alto, Maestro. Todavía está pendiente el descubrimiento de lo bueno del granizo y la nieve.

—Calla, Hiroshi, y deja que el Maestro continúe —le dije.

—Perdón, Takeo, tienes razón.

Los chicos acordaron lo que dijo Kota —continuó el Maestro—, y así, Satori preguntó:

—Bien, entonces, ¿por dónde empezamos?

—Satori, ¿qué querrá decir el poema con «lo bueno»? —dijo Kazuya—. Porque habiendo oído la forma en que ustedes analizan, sería un concepto o un atributo, por ejemplo, del granizo... Y si fuera un atributo... como por decir: el granizo es «frío», es «grande» o «pequeño», «pesado» o «liviano»... Atributos como esos son fáciles de determinar, pero ¿«bueno»?

—Kazuya, ya veo que no solo eres «bueno» en los asuntos de cazar con arco y flecha, y ni hablar de... perdón; no es el momento de mencionar ciertas cosas —dijo Masaru con una risita maliciosa—, perdón; me enfoco en lo que interesa: Kazuya está aprendiendo a filosofar, amigos... me encanta... pero bueno, a lo que iba: según lo plantea Kazuya, eso me lleva a pensarlo al revés, como hace un momento propuso Satori a Kota sobre la lógica del «Séptimo».

—¿Cómo así, Masaru? —preguntó Yoshio.

—Vean: si tenemos que descubrir «lo bueno» del granizo (pues de ese elemento estamos hablando, aunque luego habrá que hacer lo mismo con la nieve), podríamos suponer que el poema da por sentado que el granizo es «malo» —aclaró Masaru.

—Pero creo que es una suposición gratuita, Masaru —dijo Satori—, ¿o encuentras algo en el poema que te lleve a ella?

—Creo que la hay, Satori; y se me ocurrió precisamente por lo que Kazuya acaba de decir.

—Explícate, por favor.

—Vamos con el primer elemento, que como recordarán es el viento. El poema plantea dos versos: uno referido a los estragos que causa y que podríamos entender como «lo malo» del viento, o sea, arrancar los árboles de raíz y volar los techos de las casas, es decir, los daños que provoca; ¿no es cierto? —explicaba Masaru—. Pero el segundo verso dice que el viento también impulsa a los barcos a buen puerto y permite a las aves sostenerse en el aire... ¿lo ven? Primero expone «lo malo» y luego «lo bueno». Y lo mismo sucede con las lluvias. Primero dice que al desbordar los ríos, arrasan cultivos y poblados, pero su segundo verso (cuarto del poema), agrega que también permiten las cosechas ya que alimentan la tierra.

Las Siete CampanasWhere stories live. Discover now