Capítulo 26 - Primera Parte

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 Lo cierto es que ahora estaba solo y en paz. Satou y la sanguijuela se habían ido juntos... supuse que al fin Satou se le declaró y el bichito lo había aceptado. En nada me extrañaría si al volver al pueblo me encontraba con que Satou se había mudado a la choza de Hiroshi y estaban viviendo juntos como marido y mujer. Supuse que el chico, con todas sus expectativas románticas satisfechas, ahora estaría en paz, con el agregado de que también habría encontrado ese placer que parecía ignorar... al fin Satou le habría dado su sorpresa y el mocoso estaría más que encantado... es más, me imaginé que al volver, me encontraría con un Satou más bien demacrado y con algo de su espectacular musculatura disminuida porque el mocoso no lo dejaría en paz... querría que el pobre muchacho lo satisficiera mañana, tarde y noche.

Aunque no podía imaginar lo que podría estar sucediendo en mi casa, sí me pregunté cómo tomaría mi madre el emparejamiento de Hiroshi con Satou. ¿Cómo tomaría que él consiguiera pareja antes que yo y para peor, que su pareja fuera otro chico? En ese punto no estaba yo tan preocupado pues ella misma fue quien empezó a explicarme el asunto de los pinos y los cerezos... supongo que ella ya se imaginaría que Hiroshi terminaría así. Pero, ¿y el padre de Satou? ¿Aceptaría lo de su hijo así, sin más? Pudiera ser que Satou decidiera mantener su romance oculto y que sólo visitara a Hiroshi en las noches, o de vez en cuando, cuando se pudiera y sin levantar sospechas... aunque no lo sé... Satou se mostraba como un hombre decidido y que no permitiría que nada se interpusiera en su camino, ni siquiera su padre. Pero, bueno... semejantes pensamientos no eran más que especulaciones de mi parte. Aunque pensaba todo esto con cierta naturalidad, en el fondo había algo que todavía me molestaba... no estaba tan conforme con que Satou se quedara con Hiroshi de esa manera... pero me decía a mí mismo que, por más que yo pensara otra cosa, Satou era un buen hombre y que cuidaría de Hiroshi mucho mejor que yo... El asunto era que no estaba muy seguro de que Satou lo quisiera como se debe... tenía la sensación de que el muchacho tenía más interés en el sexo que en el amor y si así fuera, Hiroshi terminaría desilusionado y cuando Satou se cansara de él, o encontrara otro chico más joven (que no más lindo, porque no creía yo que hubiera otro más lindo que Hiroshi)... qué se yo... algo así... lo abandonaría... Pero en ese momento caí en la cuenta de que estaba usando los mismos argumentos que Satou me había dicho una vez, sólo que en aquella oportunidad, me los decía porque era yo quien, como un perro, mordisqueaba la zanahoria hasta que ningún conejo la quisiera... Yo no podía entender por qué Satou pensaba que yo hiciera eso... Yo no era así ni quería a Hiroshi para mí, ni para mordisquearlo... En cambio, él, Satou... sí lo quería para él... la cuestión era si lo quería bien... o sólo quería satisfacer su libido... y si lo quería para siempre o solo mientras le satisficiera esa libido...

¿Qué estarían haciendo? ¿Ya estarían juntos o cada uno en su choza? Mi madre, al ver que Hiroshi había vuelto, debe haber ido inmediatamente a preguntar por mí o a averiguar qué había pasado... en ese caso no hubiera mandado a mi prima... ¿qué le habría dicho Hiroshi? ¿Qué yo lo humillé, desprecié e indirectamente lo eché? ¿Que lo odio? ¿Que me molesta hasta la exasperación? No lo sé... Quizás le diga eso, quizás no... pues siempre había intentado salvar mi pellejo... incluso asumiendo responsabilidades que eran exclusivamente mías... No creo que quisiera dejarme en mal ante mi madre... Además, Hiroshi no era vengativo... No. Quién sabe qué le diría... pero de seguro nada que me dejara en mala posición. Lo que más me molestaba del mocoso era, precisamente, que fuera honesto, dulce, tierno y apasionado... no iba a dejar de serlo, por el solo hecho de devolverse al pueblo sin mí.

Pero... ¿no se supone que ahora estoy en paz? ¿Por qué rayos, habiendo alcanzado al fin la libertad, sigo pensando en la sanguijuela? ¿Acaso va a seguir martirizándome aún desde mi interior? ¿No podré librarme definitivamente de él?

—«Será cuestión de tiempo» —me dije—, «el único hechizo que funciona en estos casos es el olvido»—. Por eso deseché todos esos pensamientos y me dispuse a volver ante el Maestro para seguir con mi aprendizaje. Me repetí que ahora podría avanzar sin contrariedades y finalmente, escuchando la historia completa y hasta su final, saber cómo adquirir la Sabiduría y en qué se diferencia del simple conocimiento. Acomodé mis cosas en la cueva, apagué el fuego, cubrí la entrada con las ramas y rocas y me fui a continuar mi aprendizaje.

Las Siete CampanasWhere stories live. Discover now