Capítulo 15 - Segunda Parte

52 11 9
                                    

 Satori la dejó casi hablando sola y se puso en camino de nuevo para su casa con Masaru que iba a un paso detrás.

—Satori...

—Esto no me gusta nada, Masaru... Mizuki es capaz de cualquier cosa.

—¿Qué quieres decir?

—Que Mizuki es casi como tu esposa ficticia... aquella del puñal, la soga o el veneno... la que inventó Kazuya para espantar a la madre de Mei-Mei.

—¿Piensas que ella puede estar detrás de todo esto?

—Si juntas los celos de Mizuki con el odio de Kota...

—Maestro... pero, ¿no era que el dios nunca se separaba de Keisuke? —pregunté.

—Casi nunca, Takeo. Recuerda que sí lo hizo cuando fue a investigar a la explanada; pero por lo general, siempre estaba con él.

—Entonces el dios sabía dónde estaba Keisuke y lo que le había pasado —afirmé—. Pero si Mizuki orquestó lo que a mí me parece un secuestro y Kota la ayudó, ¿el dios no podía intervenir para salvarlo?

—Los dioses intervienen directamente, Takeo, solo cuando la vida está en peligro y siempre y cuando no sea contrario al Karma.

—Entonces, ¿la vida de Keisuke no corría peligro? —preguntó Satou.

—Por ahora no... pero mejor sigamos con el relato.

—Continúa, Maestro, por favor —le dije—, porque no imaginé que llegaríamos a una parte que me pusiera tan tenso como ahora.

—Bien, continúo:

Al llegar a la casa, Kazuya los estaba esperando muy intranquilo.

—¿Y bien? ¿Se sabe algo? —les preguntó antes de que siquiera pudieran entrar.

Satori le contó lo que había averiguado.

—Ya ves, Masaru —le dijo Kazuya—. Nunca me cambies por una chica... ya ves cómo son. Y si lo haces, no tendré que vengarme... ella misma será tu propio castigo.

—No bromees ahora, Kazuya, por favor.

—Siento que voy a enloquecer, Masaru —dijo Satori.

—Amigo, tranquilízate.

Satori tomó una respiración profunda.

—Debo mantener la calma. Debo pensar con claridad. No debo dejar que mis miedos ni mi imaginación me traicionen. Cuanto más alterado esté, menos capaz seré de ayudar a Keisuke —dijo intentando lograr el mayor aplomo posible.

—Cierto —dijo Masaru.

—Ya es de noche. Ni con linternas ni con antorchas lograremos hacer una búsqueda apropiada. Deberemos esperar hasta la luz del día.

—Pero... Satori... ¿no estás desesperado? —preguntó Kazuya.

—Lo estoy, pero no debo permitir que eso afecte lo que corresponde hacerse, Kazuya. Si yo me comporto como un amante enloquecido, no solo no logro nada, sino que podría perder la oportunidad de rescatarlo. Por lo tanto, debo ser frío, calculador, práctico y apegarme a los hechos. Mis sentimientos, ahora mismo, deben quedar a un lado. La vida de Keisuke es más importante que cualquier otra cosa.

—Pero, Satori, ¿qué haremos? —preguntó Masaru.

—Por lo pronto, ustedes dos vayan a dormir y descansen. Yo no creo que pueda, por lo que mañana puedo no estar en mis mejores condiciones, así que mucho ayudará que ustedes estén descansados. Yo me quedaré de vigilia... de todas formas no puedo hacer otra cosa.

Las Siete CampanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora