Capítulo 30 - Primera Parte

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 Contra todos los pronósticos y aunque estuve pensando un gran rato, pude dormir bien toda la noche. De alguna manera me sentía más tranquilo, quizás más aliviado. A pesar de que el tema ese de que yo me estaba engañando a mí mismo (y que no veía lo que todos los demás), seguía rondando mi cabeza, la perspectiva de estar más cerca de encontrar la clave de la Sabiduría me hizo sentir bien.

La historia que nos estaba contando el Maestro y que muchas veces juzgué como tendenciosa y con finalidades sospechosas, iba adquiriendo una naturaleza distinta a como la venía percibiendo. Al principio me pareció que el Maestro estaba haciendo énfasis en cosas que nada tenían que ver con lo que le había propuesto inicialmente. Se suponía que nos contaría una historia que nos llevaría a descubrir los secretos de la Sabiduría, y hasta hace poco sólo hablaba de romances entre chicos entrelazados en un relato de enigmas y aventuras que más se parecía a una novela de misterio adornada con elementos fantásticos y mitológicos, que a una alegoría filosófica con objetivos didácticos. Lo único que mostraba cierta concordancia con la finalidad inicial era que el dios Aosora tenía que elevar a este mundo a niveles superiores y que estaba enfrentando un número de situaciones que obstaculizaban su tarea, de oposiciones (como la del dios de las Tormentas) y lo peor, que él mismo estaba descubriendo que no sabía cómo hacerlo bien... o sea, que le faltaba Sabiduría. Y como eso era lo que yo buscaba, pensé que tenía que enfocarme en ese punto y creí que siguiendo la evolución del dios, encontraría también el camino de mi propia evolución. 

Sin embargo, ese tema, si bien no había desaparecido del relato, sentía que había pasado a un segundo plano, eso, sino a un tercero. Lo que más abundaba eran los romances. Primero entre Keisuke y Satori, pero cuando al mocoso lo secuestraron, eso quedó en suspenso. Luego el romance entre Masaru y Kazuya, un poco extraño y peculiar, pero que ahí seguía aunque sin adquirir mucha preponderancia; sólo que esta pareja era más ardiente, desde el punto de vista sexual, que la anterior, que parecía mantenerse en un nivel más sublime, aunque no exento de matices eróticos. Por último, el romance entre Kota y Naoki, que aunque no había florecido, ese vaivén, esa incertidumbre, lo mantenía latente y con amenaza de cristalizar en cualquier momento. 

Por otra parte, estaba el misterio del Templo, sus campanas y las inscripciones, algunos de cuyos enigmas habíamos dilucidado ya; destacándose el descubrimiento del Séptimo Elemento que hizo Hiroshi... que pensándolo bien, fue genial y brillante... y yo no se lo reconocí ni festejé como hubiera correspondido a tan importante acontecimiento. Se debería de suponer que este asunto del misterio del Templo y sus componentes, estaban relacionados con la tarea del dios para elevar el mundo, y por lo tanto, con el tema de la Sabiduría que me interesaba, aunque todavía no encontraba exactamente cómo una cosa me iba a llevar a la otra. 

Sin embargo, la conversación que tuve a solas con el Maestro, me mostró que el anciano sabía muy bien lo que estaba haciendo y por lo tanto, sólo me correspondía esperar, prestar atención al resto de la historia y, llegado el momento y teniendo todos los elementos ante mí, descubrir por mí mismo la respuesta a lo que buscaba. Y aunque no creí que llegara a ser sabio de la noche a la mañana, o me «iluminara» (como diría Hiroshi) sí estaba convencido de que sería el inicio del camino hacia la Sabiduría... después de todo, sólo tengo diecisiete años... ¿dónde se ha visto un sabio respetable y venerable de esa edad?

Pensando en todo eso (y no sé por qué), de pronto se me ocurrió preguntarme qué esperaría Hiroshi de la historia de «Las Siete Campanas del Templo del Arco Iris». Recuerdo que en la conversación inicial que tuvimos con el Maestro, cuando el anciano le preguntó si él también quería saber los secretos de la Sabiduría, el chico le contestó: «Sí, también. Si eso es lo que Takeo quiere». En ese momento no reparé en el significado de las palabras de Hiroshi «si eso es lo que Takeo quiere»... ¿Tendría que haber autorizado que él también se sumara a la tarea de aprender a ser sabio? ¿O lo dijo para manifestar que no quería ser un obstáculo a mi aprendizaje? ¿Se sumaría a la tarea sólo por acompañarme? En este momento no creo comprender qué tenía en mente Hiroshi cuando accedió a escuchar la historia junto conmigo, pero como todo lo hacíamos juntos, me pareció lo más natural que si yo iba a escuchar la historia, pues él también; como siempre... «Como siempre»... ¿por qué esa expresión iba teniendo un sonido como hechizante? ¿Por qué viene a mi mente a cada momento? A veces me daba la sensación de ser como una cobra en un canasto que salía hipnotizada, no por una flauta, como dicen que hacen algunos sujetos en la India, sino por el encantamiento de esas mismas palabras: «como siempre».

Las Siete CampanasWhere stories live. Discover now