Capítulo 23 - Cuarta Parte

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 (La elocuencia con que el Maestro estaba contando esta parte de la historia realmente me conmovió. Por eso miré a Hiroshi pues pensé que estaría al borde del colapso. Sin embargo, si bien tenía los ojos llenos de lágrimas, no decía nada. Se veía que estaba profundamente afectado, como cuando niño le contaban las historias de terror y se ponía a temblar como un junco.) De pronto, levantó la vista, me miró y se encontró con mis ojos que también lo estaban mirando y entonces dijo:

—Takeo... ¿puedo sentarme a tu lado?

Y lo dijo con un tono que me partió el corazón. Con mi mano derecha palmeé el suelo a mi lado en señal de que viniera. Vino, se sentó junto a mí y pasé mi brazo sobre su hombro para que se sintiera mejor. Se enjugó algunas lágrimas, pasó su mano por su pequeña naricita rosada, aspiró y siguió en silencio mientras el Maestro continuaba.)

Kazuya llegó hasta la roca donde estaban los tres chicos para avisarles que podían venir a comer y ellos volvieron al campamento. Cuando llegaron se toparon con algo que los sorprendió sobremanera:

—¿Pescados? —dijo Yoshio asombrado.

—Sí, de río y frescos —dijo Masaru.

—¿Y de dónde los sacaron? ¿Acaso fueron hasta el río y pescaron tantos en tan poco tiempo? —dijo Kota cuya personalidad de cazador experimentado y experto en supervivencia en la montaña se sintió un poco agraviada.

—No. Ninguno de nosotros fue a pescar, dijo Naoki con el rostro iluminado por la expectativa de la reacción de los chicos cuando supieran la respuesta.

—¿Entonces? —preguntó Kota.

—¿De verdad quieres saber, Kota? —preguntó Naoki.

—Naoki, no juegues conmigo... ¡Por supuesto que quiero saber!

—Los lobos.

—¿Qué?

—Los lobos los trajeron. Cada uno traía un pescado entre sus dientes y los dejaron aquí, cerca del fuego y luego se fueron.

—Naoki; está bien que hayamos visto sucesos más que extraordinarios en estos últimos días, pero no es para que nos tomes el pelo —dijo Kota.

Sin embargo, miró a Masaru y a Kazuya y vio que los chicos le sostenían la mirada en apoyo a lo que Naoki decía.

—Kota, querido —dijo Naoki—; no es bueno que empecemos nuestra relación así; yo engañándote y tú desconfiando de mí. Tengo muy claro que si lo nuestro va a llegar a buen puerto, tiene que basarse en la sinceridad, la lealtad y sobre todo, en la confianza. Así que nunca te mentiría...

—Naoki, no empieces —le dijo Kota.

—...si te digo que los lobos los trajeron, tienes que creerlo porque es la pura verdad...

—Naoki...

—...y tienes que creerlo porque lo dije yo; no porque te lo confirme Masaru, Kazuya o el dios de las Tormentas, porque, ¿cómo sería si tú no tuvieras confianza en mí y...

—¡Naoki!

—de pronto me vieras con otro chico guapo, como Satori, por ejemplo? ¿Qué pensarías si...

—¡¡¡Naoki!!! —le dijo Kota ahora levantando su voz—. Está bien, está bien, te creo; pero por favor, termina ya con ese discurso.

Yoshio se acercó a Kota y le dijo como al pasar: «Si mi hermanito sigue así, recuerda lo que te dije» Y se rió. La situación fue tal que hasta al mismo Satori, a pesar de su estado de ánimo, le sacaron una sonrisa.

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