Capítulo 21 - Primera Parte

39 10 0
                                    

 Los muchachos no podían creer lo que sus ojos veían y sus oídos escuchaban. Keisuke había llegado sano y salvo y sin muestras de tener la más mínima idea de lo sucedido.

—Yoshio... no me digas que Naoki... —dijo Keisuke.

—¿Eh? No, no; Keisuke. Sólo está durmiendo...pero... tú... ¿qué pasó? ¿Cómo estás aquí?

—Perdonen si los preocupé. Aunque intenté seguir a Naoki, el majadero empezó a correr y se me perdió. Cuando desistí de seguir buscándolo, me di cuenta de que quien se había perdido era yo, pero al fin encontré el camino de vuelta... y aquí estoy —dijo Keisuke.

—Pero... ¿y el dios de las Tormentas? —preguntó Kota.

—¿Qué hay con él? ¿Lo han visto de nuevo? ¿Se les apareció otra vez? ¡Oh! No me digan que conjuró a Naoki con su hechizo del sueño.

—Así es, Keisuke. Por eso lo tenemos aquí esperando a que despierte —dijo Masaru—. ¿Y tú? ¿No te has encontrado con él?

—No; para nada. Pero... ¿dónde está Satori? Se supone que no debe andar solo, esa fue la primera regla que puso.

Los muchachos se miraron entre sí y ninguno sabía cómo decirle al chico lo sucedido a Satori. Keisuke, al notar cómo se miraban y las expresiones de sus rostros, supo inmediatamente que algo andaba mal.

—¿Qué le pasó a Satori, Masaru? ¿Dónde está? —preguntó el chico casi sin aire.

—Mira, Keisuke —comenzó a decir Masaru—, el dios nos engañó; y...

—Yo no engañé a nadie —dijo el dios de las Tormentas quien había vuelto a aparecerse entre ellos—. Yo nunca afirmé que tenía a Keisuke en mi poder; solo dije que era innegociable y ustedes asumieron lo demás.

—¿Qué dices? ¡Por supuesto que nos engañaste! ¡Nos mentiste! —dijo Yoshio verdaderamente enojado.

—Ni una cosa ni la otra, Yoshio —dijo el dios con toda calma—. Solo me aproveché de la mala costumbre que tienen los humanos de completar la información faltante en las situaciones que no comprenden.

—Eso es jugar sucio —dijo Kota.

—Califícalo como quieras, Kota. Tu juicio me tiene sin cuidado, como bien podrás imaginar. De todas formas, ahora sin Satori, no tengo impedimento para llevarme mi trofeo —dijo el dios de las Tormentas—. Keisuke, tú vienes conmigo...

—No estará Satori, pero todavía estoy yo —dijo Aosora materializándose una vez más.

—Pero, ¡qué agradable sorpresa! —dijo el dios de las Tormentas—. El dios-príncipe se materializa de nuevo a pesar de la prohibición de su señor Padre.

—Mi padre no me prohibió nada y no me tomo tan a la ligera como tú eso de aparecerme ante los humanos en carne y hueso —dijo Aosora.

—Es cuestión de escrúpulos, Alteza —dijo el dios de las Tormentas no sólo con sarcasmo sino inclinando su cabeza en una hipócrita reverencia.

—¿De escrúpulos?

—Sí. Tú tienes muchos y yo ninguno —dijo lanzando una carcajada que a todos les pareció de mal gusto.

—Di lo que quieras, pero bien sabes mejor que yo que no podrás llevarte a Keisuke contra su voluntad mientras yo pueda impedírtelo —dijo Aosora con firmeza.

—Es cierto... muy cierto... pero también es verdad que me lo voy a llevar aunque a ti no te parezca, porque él va a querer irse conmigo; ¿no es cierto, Keisuke?

Las Siete CampanasWhere stories live. Discover now