Capítulo 29 - Segunda Parte

55 9 0
                                    

 Le agradecí profundamente al Maestro que me atendiera como lo hizo y le pregunté si quería que lo acompañara a entrar a la choza de nuevo, pero me dijo que ya conocía el camino y que no era necesario. Él entró a la choza y yo volví para el corredor de mi casa y me senté en las gradas. La conversación fue más provechosa de lo que había imaginado aunque mi intención original había quedado en el mismo estado que tenía cuando llegué. ¿Estaba yo enamorado de Hiroshi? ¿Qué debía hacer? Pero como el Maestro siempre guiaba y no aconsejaba o dirigía, me había quedado planteado un asunto que consideré de la mayor importancia y que, aunque no fuera en ese momento, al fin y al cabo me iba a permitir resolver ese asunto y cualquier otro que se me presentara en el futuro: el asunto de la Sabiduría.

Mi madre se había tranquilizado, por lo menos «provisionalmente» (como ella misma dijo) y por lo tanto no tenía yo que empacar todo e irme a otro lado. Hiroshi había decidido quedarse y no ir a vivir a la granja de los Harada y pensé que eso también podría ser provisional, pues supuse que los chicos le habrían dicho que cuando quisiera lo podría hacer. Podríamos continuar con la actividad central de todo esto, que era que el Maestro continuara y finalizara su historia y con ella, la enseñanza que tanto buscaba... pero al seguir todo igual, también seguiría todo aquello que me molestaba y me hacía sentir mal. Sin embargo, había algunas cosas distintas; no todo iba a ser «igual». Esa cuestión de que mi relación con Hiroshi era conflictiva porque yo no aceptaba que me había enamorado de él, ponía un elemento que perturbaba incluso el «natural» clima de conflicto con el mocoso.

En ese momento pensé que, fuere cual fuese la verdad sobre ese asunto, si quería alcanzarla, debía comenzar por ser sincero conmigo mismo, aunque como también me dijo Satou, yo no «veía», o sea, que no me estaba auto engañando intencionalmente. Sabiendo cómo soy y cómo pienso, ese punto no ameritaría mayor discusión; sin embargo, también había un punto que quitaba seguridad a mi firme negativa: que yo siempre había amado a Hiroshi y lo seguía amando, pero que por razones de nuestra propia evolución física y emocional, ese amor se estaba transformando. Y pensé que ese punto había que analizarlo como lo hace el Maestro y así, debería ver que tiene tres partes: una, que yo siempre había amado a Hiroshi; dos, que lo seguía amando; y tres, que ese amor se estaba transformando. En cuanto a la primera, no había mucho que analizar; eso era cierto, tal como ya lo he relatado. Hemos estado juntos desde que nació y lo consideré siempre como mi hermanito menor. La segunda me dejaba algunas dudas, porque con esas actitudes (que ahora sabía eran consecuencia de que me quería como pareja) el chico se había transformado en una molestia; me enojaba, me hacía sentir mal y alguna veces quería que desapareciera. Incluso había llegado a pensar que lo odiaba. Y la tercera... esa había que pensarla, pues dependía tanto de la segunda como de qué clase de amor estaríamos hablando, pues si se dice que mi amor original (el de niños) se estaba transformando, la cuestión era transformando en qué.

Estaba pensando todo esto cuando Satou volvió y se sentó junto a mí.

—¿Cómo te fue con el Maestro, Takeo?

—Mejor de lo que creí.

—¿Se te aclaró lo que buscabas?

—No... ya sabes cómo es él. No me daría la respuesta aunque lo mate... pero como siempre, comenzó con su método de preguntarme y preguntarme para ir llevándome por dónde él quería... Yo no sé cómo hace, Satou, pero parece que él sabe lo que es mejor para uno... aún más que uno mismo.

—Sí, es admirable.

—No obtuve lo que esperaba... pero en su lugar... creo que obtuve mucho más.

—Te creo. ¿Y qué piensas hacer?

—Como todo ha vuelto a la normalidad, he decidido hacer lo que creo mejor: Nada.

Las Siete CampanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora