Capítulo 13 - Primera Parte

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 A la mañana siguiente decidí volver a la carpintería para contarle a Satou lo que había sucedido y decirle que me parecía que Hiroshi ya no estaba en peligro de cometer un disparate. Cuando llegué, Satou corrió a mi encuentro.

—¡Takeo! ¿Sabes algo de Hiroshi? ¿Cómo está? ¿Está mejor? ¿Lo has visto? ¿Le has hablado? ¿Qué te dijo?

Semejante lluvia de preguntas no podían significar otra cosa que el chico estaba preocupado por Hiroshi de verdad; eso no era ninguna pose. En ese momento pensé que si le contaba que ya estaba mejor, eso lo tranquilizaría, pero al mismo tiempo podría hacer que bajara el nivel de interés de Satou; y si le decía que Hiroshi seguía mal, el chico podría involucrarse más con Hiroshi y eso podía ser bueno; a no ser que se diera cuenta de que era una manipulación perversa de mi parte, pues le estaría mintiendo simplemente para llevar adelante un plan que, de todas formas, no tenía más base que mis especulaciones. No... no podía ponerme de casamentero... esa actitud no podía ser otra cosa que los últimos coletazos de mi adolescencia irresponsable y con mucho de infantil. Así que opté por ser leal y sincero como se supone que es un hombre de verdad.

—Anoche estuvo en mi casa a cenar, y al fin, pudimos conversar. Ya no me rechazó como lo hizo antes. Lo vi mucho mejor, más... sereno y quizás... como más ubicado —le contesté.

—¡Uy! ¡Cuánto me alegro! Hiroshi es... es un chico muy sensible, Takeo.

Eso me sirvió en bandeja la oportunidad para conducir la conversación hacia las virtudes de Hiroshi y que Satou se manifestara; y con un poco de suerte confesara. Pero... claro, una cosa es lo que uno se propone y otra es la que al fin sucede.

—Muy cierto. A veces no puedo entender cómo ha podido estar tan pegado a mí, Satou. Yo soy todo lo contrario... soy tosco, bruto, grosero, mal hablado, ignorante, irresponsable, tonto, descuidado...

—¡Hey, hey, hey! —me interrumpió—. Que tampoco es para tanto. Algo debe haber visto Hiroshi en ti para haberte elegido como compañero y amigo; porque Hiroshi no es ningún tonto.

—Creo que solo fue la costumbre, Satou. Crecimos juntos, como hermanos. Creo que cuando tuvo uso de razón, yo ya estaba allí, en su vida... lo demás fue por inercia.

—¿Lo demás? ¿A qué te refieres?

—¿Eh? ¡Oh! ¡¡Oh!! No pienses mal, Satou... eh... me refiero a que simplemente siguió junto a mí... como siempre.

—¡Ah! Entiendo... Debe ser por eso, por considerarlo como tu hermano menor, que a veces lo tratas tan mal.

—¿Cómo que lo trato mal? —pregunté; y pensé—: «Ahora parece que todo el mundo se puso de acuerdo en afirmar que lo trato mal... ¡qué majaderos!»

—Sí... Yo los he observado, Takeo... Hiroshi... te mira con una expresión de... admiración... de éxtasis... no sé... Te ve como su ídolo. Nunca lo he visto con mis propios ojos, pero casi podría asegurar que en algunos momentos parece que babeara. Y para ti... a veces no encuentro diferencia entre tú y él con respecto a mi hermanito y su perro.

—No creo que quieras ofenderme, Satou, así que mejor, explícate.

—Tú a Hiroshi lo das por descontado, Takeo... sabes que él está ahí... que siempre está ahí... a tu disposición... A donde vayas irá detrás. Le lanzarás un palo e irá corriendo a traértelo. Le pegas y aunque se esconda por un rato, volverá a ti moviendo su cola como si nunca hubiera pasado nada.

—No creo que sea tan así, Satou, yo...

—Me dijiste que anoche fue a tu casa, ¿no es cierto? Y pudieron hablar de nuevo, ¿verdad?

Las Siete CampanasWhere stories live. Discover now