Capítulo 19 - Tercera Parte

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 Al fin partieron comenzando lo que llamaron la «segunda fase» de la expedición. Salieron al amanecer y el viaje fue sin contratiempos; sólo un par de veces Kota, que venía intranquilo, detuvo la caminata por cuanto tenía la sensación de que eran observados o seguidos.

—Es mi instinto de cazador —dijo el muchacho.

—¿Crees que el dios de las Tormentas nos está siguiendo? —preguntó Satori.

—No lo sé, pero es algo raro.

Cuando al fin llegaron a la casa de Satori la encontraron tal como la habían dejado.

—Parece que el amor no era tanto, Satori —dijo Kazuya al ver el interior de la choza.

—Eso parece, Kazuya —dijo Keisuke—. Mizuki ya no vino a barrerla y mantenerla limpia y arreglada.

—Ya, ya; ustedes dos —dijo Masaru— que ya lo vimos y no tienen por qué ponerlo en evidencia.

—¿Cómo no ponerlo en evidencia, Masaru? Si esa desvergonzada, tanto que pretendió conquistar a Satori, cuando vio que ya no lo logró, le demuestra así su desprecio —dijo Kazuya.

—No creo que sea desprecio, Kazuya —dijo Satori—. Sólo demuestra que ya no quiere nada conmigo, nada romántico, quiero decir.

—Pues no importa qué quiera decir con esto, pero sí hay algo claro: Kota, escúchame bien: Mizuki no te conviene como novia. Si sales con ella, cuando la dejes, te envenenará, sin duda alguna —continuó el chico.

—No es para tanto, Kazuya —le dijo Kota—. Aunque reconozco que su actitud deja mucho que desear. Se ve que lo que hacía por Satori no era por amor sino por interés.

Los chicos barrieron y acomodaron todo a pesar de haber llegado casi de noche. Esta vez, nadie salió a recibirlos, no por falta de aprecio, sino porque no lo notaron. Luego de tener las cosas listas, Kota les dijo que iría a su casa para ver a su madre y que dormiría allí.

Keisuke hizo algo de comer y se dispusieron a dormir.

—Pues ahora me siento raro —dijo Yoshio en broma—. Cada pareja se va a dormir y yo me quedo solo.

—Pero Yoshio, no estás solo —dijo Keisuke— te quedarás en nuestro cuarto.

—Sí, gracias; no quiero interrumpir o molestar a Masaru y Kazuya, que por lo visto, son mucho más inquietos e incontrolados que ustedes dos —dijo Yoshio con un guiño a Masaru.

—No lo digas por mí, Yoshio. El que es un insaciable es Kazuya —dijo Masaru.

—¿Yo? Pero... ¡habrase visto...! Ahora soy yo, claro. ¿Quién es el que no piensa en otra cosa durante todo el día? —dijo el chico.

Pero Masaru no lo dejó hablar más y tomándolo por los hombros lo llevó para el cuarto que, desde la vez anterior, habían establecido como su habitación.

Acababan de dormirse cuando fueron despertados por fuertes golpes en la puerta y Satori fue a abrir. Era uno de los vecinos.

—Satori —le dijo el hombre— disculpa que te moleste, pero vengo llegando del campo y al pasar por aquí vi a alguien husmeando en tu casa. No pude ver bien, pues salió corriendo a esconderse. Y como vi el resplandor de la lámpara, supuse que estarías de vuelta, por eso te vine a avisar.

—¡Oh! Muchas gracias. Ya veremos quién es y lo atraparemos —dijo Satori.

—Eso espero. El pueblo se ha vuelto muy inseguro, porque está viniendo gente de otros lados que uno no sabe cómo son. Buenas noches —dijo el vecino al despedirse.

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