Capítulo 25 - Segunda Parte

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 Naoki, al igual que todos los demás, había escuchado lo que tanto Kota como su hermano habían dicho; y le pareció que en las palabras de Kota había como una especie de solicitud, como si le hubiera pedido que no cambiara y pensó: «¿Y si lo que me dijo el dios de las Tormentas no era ninguna mentira?» Pero decidió mantenerse en lo que había prometido. Si realmente Kota lo estaba empezando a querer, debía ser él quien lo demostrara. Ya no intentaría más conquistar a Kota. Ahora, si fuera del caso, debería ser Kota quien lo conquistara a él. Si efectivamente Kota no iba a tener ese tipo de interés, entonces se ahorraría la desilusión y el desencanto. Eso, en última instancia, también era positivo aunque en el fondo, sabía que ya se había enamorado.

—Maestro —interrumpió Hiroshi—, me parece que esa nueva actitud de Naoki es muy adecuada y sensata.

—¿Te parece, Hiroshi? —le preguntó el anciano.

—Así es, Maestro. Es verdaderamente agotador pretender que alguien como Kota reaccione románticamente ante un chico dulce y tierno como Naoki; y si el chico sigue con esa ilusión, puede terminar solo, desilusionado y habiendo perdido su juventud en pos de un sueño imposible —le contestó.

(En ese momento pensé en preguntarle a Hiroshi si estaba hablando de Naoki o de él mismo, pues recordé lo que Satou me había dicho precisamente sobre eso mismo. Pero ante la posibilidad de que así fuera, pensé que lo mejor era mantener mi boca cerrada.)

—Algo así comentamos con Takeo hace un tiempo —dijo Satou.

(¡Satou! ¿Es que ese chico no sabe cuándo callar? ¿Por qué rayos lo invité a venir? ¿Para ponerme en situaciones incómodas a cada momento?)

—¿En serio, Satou? —preguntó Hiroshi—. ¿Y qué? ¿Piensan lo mismo que yo?

—Así es, Hiroshi.

—Takeo... ¿piensas también que Naoki tomó la decisión correcta? —me preguntó Hiroshi.

—Sí, Hiroshi. Y Naoki debería olvidarse de Kota lo antes posible. Así no perderá más tiempo en procurar un amor no correspondido —le contesté—. Debería de prestar atención a otros chicos que sí se puedan interesar en él como él quiere.

—Pero, Takeo... si Naoki lo ama... si su corazón ya se lo entregó a Kota... ¿qué podría hacer ese pobre chico?

—Si ya se lo entregó, debería pedirle que se lo devuelva.

—Pero, Takeo, no es una calabaza que se puede tomar, guardar en un estante y luego devolverla, es su corazón...

—¡Bah! De todas formas, lo que Naoki quiere... lo que busca... no es el corazón de Kota —le dije sin permitirle terminar la frase.

—¿No? Si no es su corazón, Takeo, entonces ¿qué es lo que quiere Naoki? No lo entiendo.

—¡Ay, Hiroshi! Es su... su... es... eh... lo que el chico se muere por tener es...

—¿Una sorpresa? —preguntó el anciano.

—¡¿Qué?! —preguntamos al unísono Satou y yo casi sin poder creer lo que oímos.

—Maestro, ¿crees que Naoki, en su fuero más íntimo, todavía tiene la esperanza de que Kota lo ame y así, en algún momento especial... no sé... Kota le declare su amor y de esa forma Naoki se sorprenda porque ya había aceptado que eso era imposible? —le preguntó el chico.

Yo ya no sabía si Hiroshi era el sumun de la inocencia y la ingenuidad, o era el ser más tonto que hubiera pisado este mundo desde el inicio de los tiempos. Cualquiera que fuese la opción, de todas formas lo único que me nacía en ese momento era darle de nalgadas como cuando era pequeño. ¡No puede ser que siga en las mismas! ¿Qué es lo que le sucede? ¿No sabe que en este mundo, cuando se tiene su edad, sólo en sexo se piensa? ¿O será que, a pesar de su edad, todavía no se le ha despertado el apetito sexual? Imposible. Si eso fuera así, debería consultar un médico.

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