Capítulo 16 - Segunda Parte

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 Pues bien —continuó el anciano—. La renovada confianza que Kota adquirió ante Satori, le llevó a que le contaran todo el asunto de las campanas, aunque Masaru y Kazuya no estaban convencidos de que eso fuera conveniente. Pero se tranquilizaron cuando Satori se refirió solo a la campana que pendía en su lugar en el pueblo, y no dijo dónde estaban las otras dos que habían encontrado.

—¿Campanas? —dijo Kota intrigado—. ¿Y de ese tamaño? ¿Así como las describes?

—Tal cual —le dijo Satori.

—Eh... me parece que sé dónde hay otra —dijo Kota.

—¿Qué? —preguntó Masaru— ¿Dónde?

—En la ladera del monte Midori —contestó Kota.

Los muchachos se miraron pues pensaron que era la que ya habían descubierto.

—¿En la ladera? ¿Cuál ladera, Kota? —preguntó Satori.

—Bueno, en la ladera quizás, no... más bien, casi al pie. Ahí hay un arroyo con aguas termales que forma una poza de gran tamaño. Es un sitio muy agradable y que creo que nadie conoce, pues nunca vi gente bañarse allí. Hay una roca que sobresale como suspendida sobre la poza y que me gusta usar para lanzarme al agua desde allí. Estando arriba, pude ver como a un tiro largo de piedra, algo como lo que mencionas, pero como no sabía de lo que se trataba, no le di importancia. Eso es lo malo de ser tan ignorante como yo, que ni curiosidad siente uno por cosas que no sean comestibles o útiles para construir chozas o sembrar, o algo así.

—Si dices que está al pie del Midori, entonces no está muy lejos —dijo Masaru.

—No para nada, e incluso, de camino de vuelta a tu pueblo —dijo Kota— ¿Quieren que los lleve a ver esa cosa? Así pueden determinar si es una de las campanas que buscan o no.

—Mañana al amanecer, tendremos todo listo y vamos a ver esa cosa —dijo Kazuya con la emoción de la aventura refrescada.

—Kazuya —dijo Masaru—, ¿no crees que es mejor que Satori nos diga qué es lo que corresponde hacer?

—¡Uy! Cierto... perdón, Satori... es que... ya sabes... yo...

—Lo sé, Kazuya —le dijo Satori riendo—. Se hará como Kazuya dijo.

—Satori, no le hagas caso al chico porque si se entusiasma asumirá el papel de líder y nos llevará a todos a una muerte segura —dijo Masaru en broma.

—Masaru... si dices esas cosas de mí... eh... esta noche dormirás solo.

—No digas tonterías, Kazuya. Si no duermes aquí, no hay otro sitio.

—No me refiero al lugar, Masaru.

—¿Eh? ¿Serías capaz de dejarme sin...

—Si no me respetas y me dejas mal ante Satori, Keisuke y Kota... sí. Te dejaré con las ganas.

—Eh... Satori... el chico tiene razón... —dijo Masaru para evitar cualquier daño—. Mañana deberíamos partir muy temprano, y...

Todos rompieron a reír sin dejarlo terminar.

—Ya veo que no solo Keisuke tiene sus encantos —dijo Kota—, aunque parece que Kazuya sabe manejarlos como arma.

—Lo puedes jurar, Kota —dijo Masaru—. Kazuya maneja el arco como pocos, y me daría un flechazo certero sin temblar, pero no le temo tanto a lo que me pueda dar como a lo que pueda privarme —dijo al fin también riendo.

A la mañana siguiente, partieron los cinco para el lugar de las aguas termales, que por la descripción hecha por Kota, no era el mismo en el cual se habían bañado al bajar del monte Midori. Al llegar, Satori subió con Kota a la gran roca que había mencionado y Kota le señaló el lugar donde estaba la cosa y Satori también la vio. Bajaron y no sin dificultad, abriéndose paso entre los arbustos gracias a una espada casera hecha por el propio Kota y llegaron hasta allí. Efectivamente se trataba de otra campana. También estaba recostada sobre un lado y a diferencia de las otras, ésta había sufrido algún daño. Podía pensarse que al caer y rodar por la ladera, uno de los lados estaba ligeramente abollado, pero no tanto como para desfigurarla.

Las Siete CampanasWhere stories live. Discover now