Capítulo 19 - Primera Parte

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 Llegamos a nuestra cueva y dispusimos todas las mantas como para hacer un piso común donde sentarnos a discutir; ya que todavía faltaba un buen rato para la cena.

—Hiroshi —le dije—, si necesitas algo de afuera, pídelo, que Satou o yo te lo traeremos.

—¿Tienes miedo de que me pierda de nuevo, Takeo?

—No. Quiero evitar el tener que salir al frío y congelarme buscándote.

—Takeo, estás siendo grosero con el chico de nuevo —dijo Satou.

—No soy grosero, Satou; soy realista. Donde me descuide, se nos escapará y escribirá un gran cartel que diga: «Se necesita tigre o lobo feroz y hambriento que quiera devorar chico tierno y jugoso. Interesados, favor llegar a la roca grande al lado del sendero».

—¡Takeo! Yo... no sé escribir —dijo Hiroshi avergonzado.

—No le hagas caso, Hiroshi —le dijo Satou—. Ya sabes cómo es Takeo. No le sigas la corriente.

—Pero, Satou... Takeo dijo que yo escribiría un cartel... se está burlando de que yo no sé escribir, y...

—¡Ay, Hiroshi! No me estoy burlando de tu ignorancia... estoy... ¡Bah! No importa. Sólo pide lo que necesites y no molestes.

—Pero si te pido algo, Takeo, tú te vas a molestar.

—Sí, pero entre la molestia de que me pidas y la molestia de salir con este frío a recorrer toda la montaña para encontrarte, prefiero la primera; porque aunque también sea una molestia, es menor.

—Bueno... así lo haré —dijo el chico con la cabeza baja.

—No dejan de asombrarme —dijo Satou—. Ustedes dos son tan... tan... en realidad todavía no sé a ciencia cierta cómo definirlos o entenderlos.

—No veo por qué sea necesario definirnos, Satou; y en cuanto a entendernos, si no lo sé yo, menos lo sabrás tú —le dije—. Y... ya, terminemos con esto porque el mocoso majadero vuelve a ser el centro de atención y lo que queremos es avanzar en nuestras conclusiones para aportar a la historia del Maestro; ya que si seguimos así, alguno tendrá que bajar al valle por provisiones pues se acabarán antes de que finalicemos el aprendizaje. ¡Ah! Y que no sea Hiroshi, porque de lo contrario, él morirá devorado por el tigre que contrató por el cartel y nosotros moriremos de hambre porque nunca volvió con las provisiones.

—Takeo, vuelves a ser grosero con el chico.

—Ya te dije, Satou, grosero no; realista.

—Realista tampoco, Takeo, porque ya te dije que yo no sé escribir —intervino Hiroshi.

—¿Van a terminarla, sí o no? Porque si no, me voy a otro lado a pensar solo —les dije—. Así disponen de todo el tiempo del mundo para que Hiroshi llore por lo grosero que soy y tú lo consueles diciéndole que no me haga caso.

—Está bien, está bien —dijo Satou—. Dejemos todo esto de lado y concentrémonos en lo que hay que discutir con respecto a la historia.

—Pero, Satou... Takeo quiere irse solo de nuevo... como ayer...

—No se irá, Hiroshi... no lo va a hacer, quédate tranquilo.

—No estés tan seguro, Satou; si Hiroshi sigue...

—A ver, a ver... —me interrumpió— ¿quién es el que no la termina? Si continúan así, entonces el que se va a ir solo a pensar a otro lado, soy yo.

—Ya sabes dónde quedan las rocas a donde me fui yo ayer. No son el sumun de la comodidad, pero algo ayudan —le dije despectivamente.

—¡Takeo! —me dijo Hiroshi— ¿cómo puedes decirle eso a Satou?

Las Siete CampanasWhere stories live. Discover now