Capítulo 20 - Primera Parte

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 —Maestro —le interrumpí—, ya veo que se prepara otro romance más en esta historia.

—¡Ah! ¿Sí? ¿Cuál, Takeo? —dijo el Maestro.

— Me suena que Naoki le lleva unas ganas tremendas a Kota, y no me lo niegues.

—¿Por qué debería yo negar algo que no he dicho, Takeo?

—No lo has dicho... todavía... pero todo apunta a eso. De todas formas, si de agregar romances a esta historia se trata, ¿es que no habrá ninguno normal? —pregunté.

—¿Normal? ¿A qué te refieres?

—Sí, sí... tú sabes... a uno entre un chico y una chica.

—¡Oh! Eso es un romance «normal»... Si eso fuera así, ¿el romance entre dos chicos sería «anormal»?

—Bueno... lo expones así y suena como muy radical... pero sí, algo así.

—Entonces, ¿por qué el romance entre un chico y una chica sería «normal»?

—Pues eso es lo común, lo que más se ve... no lo sé, Maestro. Los otros son como muy pocos y para peor los mantienen ocultos, como si fuera algo malo... no lo sé, Maestro. Explícame eso, por favor.

—Yo no te voy a explicar nada, Takeo; eso ya lo sabes. Yo hablo y tú encuentras la explicación que buscas, o sea, tú te debes explicar los fenómenos de la realidad y no repetir, como un loro, la explicación que otro se dio a sí mismo para cierto fenómeno. La explicación debe ser tuya.

—Entiendo —dije sin ocultar mi decepción.

—Por lo tanto, solo voy a decirte algo sobre lo «normal», ¿está bien?

—Te escucho, Maestro.

—Cuando hablas sobre que algo es normal o anormal, estás refiriéndote a la conformidad o no de ese algo con respecto a una norma; ¿no es cierto?

—Así es, Maestro.

—Piensa, entonces, en cuál norma te estás basando para juzgar la normalidad de cualquier fenómeno, Takeo; no solo de un romance.

—Entiendo, Maestro. Entonces, la norma...

—No digas nada. Piénsalo detenidamente y explícate a ti mismo —me interrumpió.

—Está bien, Maestro. Así lo haré —le dije.

—Takeo... —comenzó a decir Hiroshi— eh... no. Nada.

—¿Qué me ibas a decir, Hiroshi? —le pregunté.

—No, nada, Takeo. Descuida. No tiene importancia.

—Anda, escúpelo; porque me imagino por dónde van tus pensamientos —le insistí.

—Está bien, Takeo. No es nada.

—¿Qué? ¿Ahora me vas a dejar con la incógnita?

—Takeo, el chico te ha contestado que no, tres veces —dijo el Maestro—. ¿Eso no te dice nada?

—Bueno, bueno... está bien. Que se lo guarde. Probablemente sería algo sobre sus sueños despierto, las cosas que lo hacen suspirar y esas mojigaterías que ya todos conocemos hasta el cansancio —dije con mal humor.

—Takeo, yo no quería decirlo delante del Maestro, pero estás siendo grosero con el chico por millonésima vez —dijo Satou.

—Maestro, continúa la historia y no permitas que estos dos arruinen la fluidez natural de tu relato —le pedí haciendo caso omiso de lo dicho por Satou.

Las Siete CampanasHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin